miércoles, 24 de febrero de 2010


DOS CANTANTES VALLENATOS EN DECADENCIA…

Tema este bastante sensible y polémico. Pero hay que abordarlo. Diomedes Díaz y Jorge Oñate han venido protagonizando presentaciones en vivo clara y ampliamente cuestionables. Quizá más Diomedes que Oñate. Lo cierto es que ambos andan mal de voz, sin fuerza, sin bríos, sin estilo. Y hasta de letras. Son pocas las nuevas que se saben; he visto a Diomedes patinando con su éxito del momento, “Listo pa’ la foto”, y a Oñate leyendo, con gafas, “La aplanadora”. Por cierto, que este tema facilista y mediocre esté en primeros lugares y haya sido la “canción del Carnaval” no hace más que corroborar lo tantas veces afirmado en este blog: la crisis de la música vallenata tocó fondo. El alma juvenil del vallenato está enferma, y su estirpe parrandera empeora las cosas. Pero resulta más grave que el mismo Omar Geles, su compositor, lo proclame, goce y aplauda, al lado del público, en un toque de Oñate en Valledupar. Un buen compositor como él sabe muy bien que este tipo de canciones son coyunturales y, por ende, desechables. Si la idea es hacerse más famoso aprovechando la locura del momento, lucrándose de paso, bueno… ya lo hemos dicho, qué se va a hacer, se le respeta. Empero, cosa muy distinta es que Omar aparezca alardeando de su engendro. Esto sí es imperdonable. Y hasta ignominioso. Ojalá que su sueño de ser cantante no acabe destrozando más el género.

Por lo pronto, su tema “La canción de mis canciones” augura malos tiempos, pues no refleja de ningún modo la historia de sus mejores éxitos, sino, por el contrario, el presente de su febril inconsecuencia. Lo cierto es que Omar Geles no está dispuesto a hacer un acto de contrición. La canción “Como tú no hay nadie”, interpretada por él en el Festival Francisco El Hombre de Riohacha-Guajira (2010) durante la presentación de Peter Manjarrés, comprueba a las claras su intención de continuar sacando partido de su monotemático y repetitivo injerto. Catalogado por Jota Flórez Jaramillo, Director-Administrador del blogvallenato.com, como “el nuevo rey Midas de las composiciones vallenatas”, Geles le garantiza desde ya a Peter un éxito que contribuirá, sin duda, a degenerar aún más, bajo la tutela de tan irresponsable orfebre, nuestra maravillosa música vallenata. Como van las cosas, pedirle que sacrifique el éxito y la fama en función de aportarle, de verdad, al “folclor” que tanto lo trasnocha, es algo ilusorio. Ya se montó en el tren del triunfalismo comercial y de ahí sólo lo bajará la historia cuando ésta, con certero juicio, lo condene al menosprecio por haber sido uno de los grandes responsables de la corrupción y extinción del vallenato.

Volvamos mejor al tema que nos ocupa y dejemos a Geles que siga fortaleciendo ridículamente el embrutecimiento colectivo. Sí: Oñate y Diomedes están en franca decadencia. Que en los discos compactos no se note tanto, no justifica desde ningún punto de vista que se lancen de manera irresponsable (sobre todo, con ellos mismos) a desparramar en tarima lo que la vida y los excesos les han quitado. Que fueron grandes, nadie lo duda, pero sus seguidores (yo, más de Oñate que de Diomedes) no podemos hacerle eco a semejante suicidio musical. Por el contrario, debemos aplaudirlos, reconocerles lo aportado, homenajearlos hasta más no poder, pero también decirles, sin tapujos, ¡basta ya!, mérmenle al canto, dosifiquen su puesta en escena. Por desgracia, el mercado del disco no ayuda para nada, viéndose abocados nuestros artistas a enfrentarse a maratónicas jornadas, muchos días seguidos, complaciendo, bebiendo y trasnochando. Así es muy difícil que puedan recuperarse. En lugar entonces de buscar ayudas adicionales para resistir tan agotadora faena, es mejor cuadrar caja y verificar ahorros e inversión para, sin retirarse todavía, irse preparando, poco a poco, mediante presentaciones contundentes y selectivas, para un final de carrera por todo lo alto, como en verdad se lo merecen.

Creo que me volví adicto a Internet tratando de encontrar vídeos que tergiversen las impresiones que he dejado sentadas en este escrito. Pero no, un Diomedes cada vez más deteriorado, cantando peor, o hablando más y cantando menos, sin galillo, enfermo, ido, idiotamente endiosado, con dificultades hasta para leer la letra de canciones escritas en cartones o tableros de tamaño mediano, me deja -como a algunos de sus seguidores sensatos con quienes he compartido opiniones al respecto- profundamente triste. Su espectáculo, su show pobrísimo y lastimero, da grima. Y de la mala, de esa que no tiene arreglo, la que queda rondando puntiaguda en algún vericueto del alma. Llegué a pensar que podía tratarse de un problema temporal, cosas de tragos, garganta trajinada, etc., pero nada, el consenso crece y por todos lados se escuchan voces uniformes en torno a las actuaciones deprimentes del Cacique. No faltan, por supuesto, los aspavientos de la fanaticada irracional exigiendo respeto, dando cuerda e insultando. No, señores, por ahí no es la cosa. Si de verdad queremos a nuestros artistas no debemos convertirnos en cómplices absurdos del descalabro.

Hay que aceptar que el tiempo pasa, o como diría el filósofo Fernando Savater, somos nosotros los que pasamos en el tiempo, y el tiempo por donde transita el músico vallenato es, por supuesto, exigente y desgastante, y más cuando no se es consciente de ello y se asume la fama con aparatoso descontrol. Se argumenta también que a la gente, en medio de los tragos y por lo general cercanos a la madrugada, no le importa cómo se presentan sus artistas, pues, al fin y al cabo, el público termina divirtiéndose. Me muestro en rotundo desacuerdo. No creo que el público serio y comprometido con el trasegar del vallenato sea tan conformista y perverso. Además, con la divulgación masiva que se logra a través de Internet es un lujo que músicos que se respeten no pueden darse, pues tarde o temprano un juicio vallenato de mayor alcance se les viene encima. Ni siquiera en fiestas privadas pueden ahora descuidarse.

A Oñate, por su parte, lo vi muy mal interpretando, o mejor, tratando de interpretar “La parranda y la mujer” al lado de Emilianito Zuleta Díaz en el Festival Cuna de Acordeones de Villanueva-Guajira. Este clásico de nuestra música no merecía semejante atropello, un verdadero irrespeto a un compositor de muchos quilates como lo es Poncho Cotes Jr. (Lázaro Alfonso Cotes Ovalle). Emilianito, acompañando bien con su acordeón, pero a Oñate la letra de esa canción que grabara precisamente con Emilianito en 1975 (disco de larga duración titulado con el mismo nombre de la canción de Ponchito y que muchos conocedores del tema consideran todavía como uno de los mejores) le quedó grande, en muchos pasajes se escuchó algo así como un zumbido angustioso que trataba de adivinar el final de cada verso, y eso que Oñate se agachaba constantemente buscando la letra en un atril. Está bien, son muchas canciones y casi treinta y cinco años de por medio, pero clásicos son clásicos, y si no se está en condiciones de repentizar con ellos es mejor no hacerlo.

Los coristas se están convirtiendo en salvadores de la patria (los de Diomedes son ejemplarizantes; la labor del acordeonista Álvaro López, santificable), y como van las cosas no sería nada extraño que acaben reemplazando del todo a sus cantantes, reconociéndoseles haber sido los grandes protagonistas del Ocaso. Cuando José Aníbal Castañeda Daza, Administrador del Grupo de Facebook “Amigos de Poncho Cotes Jr.”, nos dio a conocer, con buenas intenciones, este vídeo a sus integrantes, no me quedó más remedio que, de manera respetuosa, plantearle algunas de estas inquietudes, a lo que Castañeda Daza respondió con amabilidad concediéndome la razón y eliminando el enlace. En todo caso, quienes deseen constatar lo que afirmo, con solo colocar el título de la canción en YouTube tienen.

Pues bien, lo que más deseo es que Oñate y Diomedes se recuperen, pero al ritmo que traen lo veo -como diría el desaparecido Kaleth Morales cantando un tema de Geles- bastante complicado. Pienso, por tanto, que debieran repensar el asunto, tomarse un tiempo, otorgarse un merecido descanso para reflexionar, para reprogramarse. No tiene nada de malo reconocer el peso de los años ni valerse de lentes y atril. Artistas de otros géneros musicales, y con menos años, lo hacen con óptimos resultados, y hasta les luce. El ya no estar aptos para los duros trotes de las tarimas vallenatas al aire libre (por cuestiones de edad o por otras situaciones que prematuramente los aquejan) no significa que no puedan, con prudencia, explorar otros escenarios, incluso de mayor importancia. Conciertos en recintos cerrados, tal como ocurre, por ejemplo, con las presentaciones folclóricas del Teatro Amira de la Rosa de Barranquilla, o a la manera como se vienen luciendo compositores de renombre en diversos sitios de Bogotá y Medellín. Presentaciones con un sello artístico distinto dignificarían a cantantes de la talla de Diomedes Díaz y Jorge Oñate en lugar de verlos sometidos a un trajín infame que los catapulta cada noche más hacia un declive de dolorosa magnitud.

La presentación de Diomedes en Sabanalarga-Atlántico con ocasión de la reciente temporada carnavalesca nos confirma la idea de que un Diomedes Díaz sobrio, cuidadoso de su salud, disciplinado, sin abusos de ningún tipo, puede protagonizar tarimas “pasables”, aunque muy distantes, en todo caso, de sus glorias de antaño. El mismo Antonio De León, “Toño Cacique”, es consciente de la declividad de su artista cuando, no obstante calificar de excelente la presentación de Diomedes en Sabanalarga, expresa seguidamente que en los vídeos “podrán observar a un cacique diferente, con mucha alegría…”. Ojalá que lo de Sabanalarga se siga repitiendo, pero con mesura, administrando bien ese resto de alegría que le queda para que las dificultades inocultables que atraviesa este artista no se noten tanto. Y sin exageraciones como la de manifestar que la presentación del Cacique en Santa Marta (caseta La Samaria), también durante los carnavales, fue “espectacular”.

Lo que prueban los vídeos que “Toño Cacique” sube para demostrarlo es que Diomedes parece saberse, ¡por fin!, la letra de “Listo pa´ la foto”, aunque sólo por momentos, pues por ahí están puestos los carteles que más que servirle de ayuda lo ponen a trastabillar de manera ridícula, mostrándonos a un Diomedes desesperado por salir rápido de la letra de su canción de moda. Tener entonces que responder a tan tremendo reto, lo obliga a leer más que a cantar, pisoteando también el ritmo y la medida, y ni siquiera con el recuerdo de sus clásicas improvisaciones y juegos de parranda logra sacar avante el compromiso ni corregir los errores presentes en su interpretación. Algo similar ocurre, incluso, con las letras de las canciones que se sabe, infaltables en su repertorio: el afán de huir de esta pesadilla textual lo traiciona irremediablemente. Por lo demás, subsisten las notorias debilidades de la voz y cierto toque de ebriedad o turbación que prácticamente lo paraliza. Luce cansado, tan cansado que dan ganas de rescatarlo de semejante suplicio. ¡De salvarlo de tantos gozosos victimarios!

Por último, un consejo para las fanaticadas en general: la labor de un verdadero fan es ayudar a su artista, nunca engañarlo ni contribuir a entumecerlo mentalmente con elogios desproporcionados y fuera de contexto. Con zalamerías e hipocresías es poco o nada lo que se logra.

COLETILLA 1: Escuché una vez a Gloria Estefan contar cómo se cuidaba antes de un concierto. No daba ni siquiera entrevistas con tal de preservar la voz, salvaguardándose de cualquier eventualidad que perturbara su preparación. Impensable era, por lo mismo, un concierto tras otro sin solución de continuidad. Son medios, situaciones y realidades diferentes, es cierto, pero me temo que en Colombia el afán de enriquecimiento está dando al traste con los artistas vallenatos, que bien podrían disminuir el ritmo de sus presentaciones sin afectar ostensiblemente sus ganancias, cuidando de igual forma la calidad del producto que comercializan.

COLETILLA 2: Recuerdo que años atrás las canciones vallenatas que se grababan venían en el LP (Long Play) no solo con el nombre del autor sino también con la identificación del ritmo. Andrés “El Turco” Gil iba más lejos, colocando el tono de cada canción. “Bastante complicado” también definir hoy el ritmo de lo que se quiere vender a toda costa como vallenato. Rosendo Romero confesaba en su artículo “La evolución del canto vallenato” que la canción “Me gusta”, de Omar Geles -a quien califica como el compositor de la generación de La Internet-, es un tema ambiguo sobre el que especula ubicándolo como “paseo con sonido diferente”. Me imagino que, conforme se propuso en su escrito, ya habrá hablado con Omar para saber a ciencia cierta de qué se trata. Sería bueno que “El poeta de Villanueva” nos revele en qué consiste el milagrito del hijo de la vieja Hilda. En fin…

Se acabaron las coletillas. Hasta pronto,


FBA

martes, 23 de febrero de 2010

POEMAS MONOSILÁBICOS del poeta H. GALO VURGOS PERDOMO:

Como lo manifesté en anterior entrada, aquí están los Poemas Monosilábicos del poeta “lorano” H. Galo Vurgos Perdomo, publicados virtualmente (con el sello editorial de Pleamar) el 14 de febrero de 2010 por su sobrino, pintor y también poeta, Enán Burgos Arango, residente en Montpellier-Francia, como regalo de cumpleaños.

En efecto, el poeta H. Galo Vurgos P. nació en Ciénaga de Oro-Córdoba (Colombia) el 14 de febrero de 1920 y pervive aún en su tierra natal. La historia de la “V” (y no “B”) del Vurgos del poeta H. Galo, fue esbozada por Hernando Santos Rodríguez en el prólogo de sus dos únicos libros publicados hasta ahora (Nectario y Miel de Abeja, Bogotá-1968). Esta “V” rebelde y creativa dio mucho de qué hablar al interior de un apellido perilustre, lleno de historia política regional, como lo es, sin duda, el apellido Burgos. Pero el Vurgos de H. Galo estuvo dispuesto siempre a dar la batalla hasta el final. Es el Vurgos bohemio e irreverente, el Vurgos pensante, filósofo, místico y social. Pero sobre todo, es el Vurgos del arte y de la poesía. Quizá (se me ocurre ahora) fue también un claro derrotero para que las generaciones posteriores entendiéramos que “nuestro Burgos” cuenta con un germen de negación pecaminoso. Para mal o para bien. Depende, como en aquel verso de Campoamor, del cristal con que se mire. Procedemos, en verdad, de un famoso cura español, de apellido Berástegui, de quien, por razones obvias, no pudimos heredar originariamente su apellido. Berástegui es hoy el nombre de un pequeño corregimiento de Ciénaga de Oro, ubicado a mitad de camino entre este municipio y el municipio de Cereté. Nuestro Burgos es, por tanto, básicamente de línea materna. La historia familiar es bastante conocida y Remberto Burgos Puche sentó cátedra al respecto. Pero lo cierto es que los descendientes del general Francisco Burgos Rubio no tenemos por ningún lado el Berástegui. En todo caso, Burgos o Berástegui, quienes llevamos el Burgos en la sangre estamos llamados a procurar, más allá del orgulloso azul, un horizonte no ligado a prácticas politiqueras ni a expresiones de injusticia y dominación como las descritas por Orlando Fals Borda en su Historia Doble de la Costa. Es otra historia la que deberíamos escribir en nombre de ese otro “Vurgos” que también llevamos dentro. En fin, dejemos el cuento hasta aquí, pues no es el momento de herir susceptibilidades. Es el momento de H. Galo Vurgos P., del poeta Galo, del artista descomunal que Enán Burgos Arango postula desde ya para que la Casa de la Cultura de Ciénaga de Oro, antes de que se nos muera el poeta, lleve su nombre.

Estos Poemas Monosilábicos datan de 1979 y se encontraban desde entonces, como la mayor parte de la obra del poeta Galo, sin editar. El escritor monteriano José Luis Garcés González nos habla en el Tomo I de su Literatura en el Sinú (2000) de la intención del poeta H. Galo Vurgos P. de publicar un último libro con el título de “Mis mil mejores poesías”. Seguimos, sin embargo, esperando. Se comenta entre familiares del poeta que éste entregó a un prestante ex rector universitario de la ciudad de Montería material valiosísimo para tal efecto. Ojalá este legado cultural tenga verdaderos dolientes que se encarguen de rescatarlo del olvido. Es hora de darle a H. Galo Vurgos P., a sus noventa años de edad, en medio de su ceguera y cercado por su inevitable “Ciénaga de Cobre”, el valor que se merece. Y si no, recordemos al menos lo que el mismo poeta, citando a Baudelaire, nos dice: “Hay cierta gloria en no ser comprendido”.

Los dejo con la Nota escrita por Enán Burgos Arango para su publicación de Poemas Monosilábicos:

“H. Galo Vurgos P. nació el 14 de febrero de 1920 en Ciénaga de Oro, Córdoba, Colombia, lugar donde siempre ha vivido asumiendo la universalidad que implica el acto de ser poeta. Es una de las grandes leyendas aún vivas de la poesía colombiana. Desconocida por las nuevas generaciones, su obra, hoy más que nunca es de actualidad, dadas su independencia de espíritu y su autenticidad, y sobre todo por el hecho de no haberse dejado encasillar por las múltiples capillas de la moda, que muchas veces eclipsan las grandes obras que, por fortuna, con el paso del tiempo llegan a ser reconocidas. Los honores, los lucros, la vanidad, esos vicios abominables del ego humano, jamás, pero jamás, durante casi ya un siglo de vida, han venido a enturbiar la pureza de su soledad. Su sentido estético y ético es de un valor inestimable. Mística de alma y profana del cuerpo, satírica a veces, la poesía de H. Galo Vurgos P. nos embriaga y al mismo tiempo nos reprende. Voz suprema no sin humor que arrulla y embelesa, nuestro ser renace entonces del caos, como la primera vez, cuando la palabra a duras penas florecida, venida de Dios, fructificaba el verbo haciendo del hombre un transeúnte adherido a su sombra con serenidad. La melancolía, ese licor que corre por las venas de los poetas románticos regando, como arroyo, los lirios del lirismo, contrario a lo que algunos críticos dicen de él, nunca ha orientado su pluma, pues la tinta con la que él escribe es una mezcla de nieve y de ceniza, nieve negra, ceniza blanca, que se acumula mordaz con el tiempo dejando su trazo de vida en la póstuma memoria de la página. Que el poeta me perdone esta introducción subjetiva, que viene a perturbar, como una mosca, el silencio religioso de su claustro”.

POEMAS MONOSILABICOS

FBA

miércoles, 17 de febrero de 2010

NUEVO LIBRO VIRTUAL de Enán Burgos Arango, con concepto gráfico suyo. El texto (en italiano) es de Irene Vallone:

LA POESIA DEL BUIO, LA POESIA NEL BUIO, LA POESIA COL BUIOhttp://issuu.com/pleamar/docs/la_poesia_del_buio

Espere -también en modalidad virtual- POEMAS MONOSILÁBICOS del poeta H. Galo Vurgos Perdomo, quien con nueve décadas encima sobrevive, ciego pero extraordinariamente lúcido, en su ciudad natal, Ciénaga de Oro-Córdoba (Colombia). Su “Ciénaga de Cobre”, a la que le cantó queridos y punzantes versos. Nota, selección y concepto gráfico: Enán Burgos Arango.

Espere también el artículo de opinión DOS CANTANTES VALLENATOS EN DECADENCIA (de FBA).

Saludo cordial,

FBA

miércoles, 10 de febrero de 2010

TRES POETAS, TRES POEMAS, para estos días de preocupación existencial: los dos primeros, muy nuestros, del Caribe, y el último, uno grande de España con una fuerza extraordinaria, muy conocido por su metapoesía del silencio, yo lírico profundo y trascendente tocado igualmente por una poderosa vertiente musical. Los tres ya partieron, adelantándose en el inagotable misterio…

JORGE GARCÍA USTA: poeta, investigador, ensayista, cronista, reportero y gestor cultural nacido en 1960 en Ciénaga de Oro-Córdoba (Colombia) y fallecido en Cartagena de Indias el 25 de diciembre de 2005. Su obra poética está conformada por: Noticias desde otra orilla (1985), Libro de las crónicas (1989), El reino errante (1991), Monteadentro (1992 y 1997), La tribu interior (1995), Noticias de un animal antiguo (2001) y Cantaleta del amoroso (póstumo, 2006). El poema que a continuación transcribo cierra este último libro. García Usta fue, además, un gran estudioso de la obra literaria y periodística de Héctor Rojas Herazo.

LA CHARANGA POSTMORTEM

Después de mi muerte, quién dedicará una tarde
a hablar de la grandeza de mi susurro propicio,
de mi mirar para salir gritando
las noticias olorosas, la música flotante,
la palabra que encuentra su llaga en la floresta.
A ti, olvidadizo, te di la noticia de los principios,
a ti, altiva, te ofrecí la joya de mi mirar,
y dentro de las caravanas, dije las palabras más precarias
pero apunté al centro de la riqueza
y reseñé las oscuridades y las llamas,
pero no me refugié en el asco semanal
ni sostuve a los augures cómodos.
Quién hablará de mi manía nocturna
de adivinar en las estrellas inermes
alguna suave indicación del castigo futuro,
de atender en el pubis amado
la hoguera submarina, la categoría del liquen y la laca,
y los documentos rizados de la borrasca.
A ti, olvidadizo, te di mi mano como un océano,
ingresé por ti en el partido de los suplicantes
y nunca cerré las ventanas.
A ti, altiva, busqué entre tus ojos la primera llamada
y respeté tu forma de desplegar el silencio
y de comer sola pero tributaria entre el pan de la multitud.
Quién recordará mi manera de leer en los ojos de las mujeres
que pasan por la calle toda clase de anuncios sobre mi poquito de
mundo,
y en el desprecio precioso de sus nalgas,
en el compañerismo de sus nalgas,
en la teoría maciza de sus nalgas,
el supremo veredicto sobre el estado de la tierra.
Quién dirá cómo sobaba la cabeza de mis hijos perplejos
para entender mejor la muerte de mi madre,
quién hablará de mi cuchara obsoleta,
quién dirá cómo me enfrenté a los vociferantes,
cómo besé la boca deseada
y caí insultando las piedras sagradas,
cómo ofrendé al traidor mi clamorosa mudez,
y cómo nunca pude negociar con el coro,
pero entendí en el mar la materia más limpia
y estuve al lado de los compañeros
poniendo las piedras para el camino,
el precipicio, la herida mayor.
A ti, olvidadizo, te di las antesalas de mi muerte,
no evalúes mi ritmo de mudo funámbulo,
ni mi cuarto ojo sobre la espalda del tiempo.
A ti, altiva, te di la muerte justa, el instante de ya no verte,
y cuando salí de ti, te elevé en la memoria de la colina.
Quién sabrá otra vez cómo miré a fondo el mar
en octubre del 83 con tu mano en la mía
y ya no pude ser el mismo.
Quién me hará el favor último
de hablar asombrado o celebrante
de qué ridícula, dulce y estruendosa manera traté
de ser hombre entre las mujeres y los hombres.


HÉCTOR ROJAS HERAZO: poeta, novelista, pintor y periodista nacido en Tolú-Sucre (Colombia) en 1921 y fallecido en Bogotá D. C. en 2002. Ha sido traducido al inglés, al francés, al ruso y al alemán. Ampliamente conocido y estudiado en el ámbito latinoamericano. Su obra poética la conforman: Rostro en la soledad, Tránsito de Caín, Desde la luz preguntan por nosotros, Agresión de las formas contra el ángel, Las úlceras de Adán y Las esquinas del viento (Antología). Su narrativa: Respirando el verano, En noviembre llega el arzobispo y Celia se pudre. Los dejo con CREATURA ENCENDIDA:

No es solamente el flujo de la tierra
lo que ha de herir el vidrio de mis ojos.
No es este gasto de sudor y lodo
ni esta ceniza que me puso un nombre
lo que he de combatir y me combate.
Es mi propia creatura, mi sonido de siempre,
mi forma de estar vivo aunque no tenga
un cuerpo que gastar
o un tacto entre los dedos.
Es esta furia mía de saberme encendido,
de tener claridad,
de ser zumbido,
silbo de Dios,
silueta diferente.
De estar dentro de mí constituido
para seguir arando sin arado,
para seguir tejiendo sin aguja,
para tener un poco de mi ruido
disperso en un rincón o en un suspiro.
Es esta firme cantidad de esencia
para sufrir, para escanciar destino,
esto que me suplica y me conoce,
que madura mi luto desde siempre.
Este saber que no hay descanso,
ni agua para apagarse,
ni polvo que nos cubra ni deshaga.
Somos esto, sepamos, somos esto,
esto terrible y encendido y cierto:
algo que tiene que vivir y vive
por siempre sollozando pero vivo.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE: poeta, escritor, ensayista y traductor nacido en Orense-España en 1929 y fallecido en Ginebra-Suiza en el 2000. Su vasta obra poética incluye textos como: A modo de esperanza, Poemas a Lázaro, La memoria y los signos, Siete representaciones, Breve son, Presentación y memorial para un monumento, El inocente, Treinta y siete fragmentos, El fin de la Edad de Plata, Interior con figuras, Material memoria, Tres lecciones de tinieblas, Nueve enunciaciones, Mandorla, La piedra y el centro, El Fulgor, Sobre el lugar del canto (compilación), No amanece el cantor y Fragmentos de un libro futuro. Los dejo con PRIMER POEMA:

No debo
proclamar así mi dolor.
Estoy alegre o triste y ¿qué importa?
¿a quién ayudaré?
¿qué salvación podré engendrar con un lamento?

Y, sin embargo, cuento mi historia,
recaigo sobre mí, culpable
de las mismas palabras que combato.

Paso a paso me adentro,
preciosamente me examino,
uno a uno lamento mis cuidados
¿para quién,
qué pecho triste consolaré,
qué ídolo caerá,
qué átomo del mundo moveré con justicia?
Remotamente quejumbroso,
remotamente aquejado de fútiles pesares,
poeta en el más venenoso sentido,
poeta con palabras terminadas en un cero
odiosamente inútil,
cuento los caedizos latidos
de mi corazón y ¿qué importa?
¿qué sed o qué agobiante
vacío llenaré de un vacío más fiero?

Poeta, oh no,
sujeto de una vieja impudicia:
mi historia debe ser olvidada,
mezclada en la suma total
que la hará verdadera.


TRES POEMAS, TRES POETAS que se fueron en lustro reciente. Los poetas también mueren. Así es, ni modo de dudarlo. Hoy me abrazo con ellos al dolor (útil o inútil) de la vida. Infranqueable trama que a todos nos recorre. A unos más encarnizadamente que a otros. Dicen, empero, que la poesía sobrevive. No sé, vida y muerte seguirán dando brega mientras no explote en definitiva el mundo. Y si algo subsiste será acaso el filo de la palabra en el vaivén del Tiempo. Pero el que se va se va, y lo que queda de él no alcanzará jamás a compensar el vacío o la nada en que ese ser efímero se sumerge. Y entonces, el gran interrogante vuelve y contraataca: ¿Qué hacemos con la vida que privilegiadamente hoy nos convoca? En verdad, la conciencia de morir no logra fraguar satisfactoriamente una respuesta. Si el futuro del hombre se amarra de manera inevitable a la muerte, la vida podría premiarse o agredirse. Y si todo lo que vive muere, ¿para qué congratularnos tanto por algo que no es más que el lento pero seguro desarrollo de una monumental tragedia? Valdría la pena, no obstante, modificar la pregunta: ¿Qué hacemos con la muerte que privilegiadamente hoy nos convoca? La conciencia de vivir aparece así cantando en extramuros. Algunos optarán por el silencio. Otros por hacer ruido. Ambas salidas me parecen acertadas, pues a la postre terminan encontrándose. Un hecho colosal y trascendente, cercano a lo absoluto, está por anunciarse: la muerte; la inefable, la festiva, la querendona muerte.

TRES POETAS, TRES POEMAS para asomarnos al sinfín de la existencia en esos días de intrincada y furtiva soledad.

FBA