domingo, 18 de septiembre de 2011

CUMPLES AÑOS K y quisiera de verdad

Alegrarme

Darte besos y abrazos como cuando

Jugamos a no morirnos el uno sin el otro

Cuando con notable picardía

Te hago reír sin que sepamos cómo

Con una gracia bendita

Que no tiene normalmente este poeta

Tu poeta angustiado y medio loco

Que hoy te comprará una torta, te llevará

A cenar, se negará de nuevo a enamorar

Con flores, prometerá el helado que todavía

Te debe, se dormirá en su hamaca sabiéndote

Tan cerca, tan dentro, tan

Posible, te meterá en su miedo como luna

Prohibida, como canto de pueblo

Cual infancia lejana que otra vez

Agoniza

Cumples años K y quisiera de verdad

Entristecerme

Darte brega y cansancio como cuando

Jugamos a no morirnos el uno con el otro

Cuando con noctámbula poesía

Te hago llorar al precisarlo todo

Con ese amargo encanto

Que normalmente distingue a este poeta

Tu poeta angustiado y medio loco

Que hoy, por el contrario,

Protestará contigo por tanto

Tiempo injusto, por tanta

Cruda historia que pasa y nos olvida

Celebrará a tu lado

La dulce coincidencia

Este amor a destiempo

El extraño milagro

De odiarnos y querernos

De amarnos sin remedio

Este poeta aplaudido y letal y cantador

Tu poeta aguerrido que es capaz de olvidarte

Incapaz de perderte

Tu poeta K, el único que soy



FBA

miércoles, 14 de septiembre de 2011

TRES PILDORITAS VALLENATAS:

LA PRIMERA, algo que dejé publicado como comentario en un muro de Facebook y que estimo conducente repicar: “... Lo más doloroso de todo esto es que quienes se precian a boca llena de defender la música vallenata (me refiero en especial a cantantes de larga data aún vigentes, pues de los nuevos cualquier bodrio es esperable) han optado por menoscabar también la grabación 'comercial' con aplanadoras y otros truquitos ridículos e infamantes. La gran ausente es, por supuesto, la poesía, una poesía que, en mi modesta opinión, puede y debe ir más lejos de lo que el lirismo romántico y paisajístico tan sabiamente conquistó hace unas décadas con gran acierto rítmico y melódico. Siento, además –y lo escribo con franco respeto–, que artistas que han sido grandes y que se han sostenido pese a tanta descomposición y embustería (aunque sea solo en parte o en algo de lo que fueron), deberían, en su madurez musical, ser coherentes y aprovechar el decurso privilegiado de los años para incorporar canciones alternativas, profundas y asombrosamente vitales, como también dignas de su actual contexto. No hay cosa que me produzca más tristeza y aversión que escucharlos interpretando temas repletos de esas letricas posmodernas, falsamente sentimentales, supuestamente urbanas y juveniles, rayanas con la oquedad y la estupidez, con las cuales los compositores oportunistas y exitosos del momento ofenden la inteligencia y la capacidad popular de nuestra música. Resistir, indagar, denunciar, edificar y defender un único y sólido discurso, sumar voces incontaminadas, replantear la parranda, son solo estelas de un camino tortuoso que al final abrigará, con la multiplicidad de su canto, a ese hombre nuevo y de siempre, luchador de tantas y utópicas pasiones, venero de mejores días…”.

LA SEGUNDA, otro comentario que hiciera a lo publicado por un buen amigo valduparense en el mismo medio: “Calixto Ochoa será el homenajeado en el Festival de la Leyenda Vallenata 2012; me imagino a toda la parafernalia de compinches y traficantes –que fungen de compositores festivaleros– urdiendo desde ya versos y melodías oportunistas, coyunturales, con los cuales seguir posando de ‘vallenatos’, engañando y causándole también mucho daño al género musical que, pese a tanta porquería, aún nos alienta. Deberían prohibir en las canciones inéditas que asuman como tema el tema del Festival. Llenar de embelecos y de hipocresías el concurso de canción vallenata inédita no es lo que se merece el maestro Calixto. Pero en el Valle ya sabemos cómo operan las cosas. Dizque jurados idóneos e imparciales para seleccionar canciones… ¡MAMOLA! Siquiera que en el Sinú no se orquestan festivales de este tipo. Nos salvamos así de personajes metecos y embusteros como los que sabemos, quienes no dudarían en venir a nuestra tierra, por el ‘jugoso’ premio, a darnos lecciones musicales de SINUANIDAD. Todo eso se puede resumir en una sola palabra tan amada por un gran número de colombianos: corrupción. Que se acaben los premios para ver si se acaban también estas prácticas infames que asesinan por igual el folclor”.

LA TERCERA: NO ME COMPARES CON NADIE, de Silvestre Dangond y Juancho de la Espriella (2011). Una primera y rápida barrida no dejó satisfecho a este criticador. Intenté entonces parrandearlo el pasado fin de semana al calor de unas cuantas cervezas y departiendo con un viejo amigo procedente de tierra “cuyabra”, y la verdad, no pasó tampoco esta imprescindible prueba. La cosita (de Rolando Ochoa, con mezcla de sabor sabanero y tic al estilo de me gusta, me gusta), La grabadora (de Náfer Durán; pieza, sin duda, gomosa y de gusto clásico que hace recordar grabaciones del pasado, en especial cuando, presumo que con toda intención, aumenta su velocidad a medida que avanza en calor), La gringa y Mi defensor (de Dagoberto Osorio, demostrando una vez más cómo lo espiritual no es incompatible con la salvaguarda de esencias) son los únicos temas que, en mi opinión, parecen chapotear. Me temo que sí hay que comparar este trabajo discográfico con anteriores frutos del “silvestrismo”, y aún más, con la urgente tarea de no dejar sucumbir esta música vernácula. No basta con rescatar la nota vallenata o declararse partidario del vallenato “clásico”. De un artista que pretende diferenciarse del resto y asumir la vanguardia del “auténtico” vallenato (del tradicional, pero quisiera yo también del posible, de ése que no obedece al amor como único tema del canto, de ése que bien puede textualmente “evolucionar” hacia horizontes poéticos de mayor alcance) se espera mucho más que seguir con la fórmula Wilfran Castillo-Omar Geles-Tico Mercado-Fabián Corrales-Aurelio Núñez llenando de limo sentimental el cauce otrora límpido y polifacético de este malogrado “folclor”. No incluyo a Enrique “Curry” Carrascal en dicha fórmula porque guardo todavía la esperanza de que este buen compositor sanjuanero aproveche su ventana comercial y nos regale canciones de mejor factura que Esa mujer. De que las tiene las tiene, aunque no sea, claro está, culpa suya que se demande de él únicamente la vena romántica –que empieza a tener un peligroso tufillo de fábrica– para conformar la elite de los compositores “exitosos” y adinerados modelo siglo XXI.

¡Qué vaina con esta moda de gemidos y de ridiculeces, de ingenuos y patológicos romances, culto ruin y despreciable a lo efímero, esta posmodernidad que llena de fimo (bueno, digámoslo esta vez sin eufemismos: de mierda) todo lo que alguna vez tuvo importancia, valor y trascendencia! Y reconozco que sería demasiado pedirles a creadores de valía que renuncien a la fama y a la tentación de lucrosos ingresos solo por utopía y dignidad. Pero, ¿no debe acaso un verdadero artista preservarse de todo asomo de mediocridad?, ¿no está acaso el compromiso con la creación artística por encima de realidades de ínfimo orden? Admito que un compositor pueda desligarse de su historia personal para ampliar su repertorio y, por ende, satisfacer experiencias ajenas. Con todo, ¿siempre en torno al mismo tema?; ¿siempre el mismo hombre pendejo, arrogante, sensiblero, machista o tontarrón?; ¿siempre el mismo tu loco soy yo, loco, loco, loco hasta el colmo de la ignorancia, muriéndose de amor por ella, sí, por ella, la misma ingrata de siempre, la pobre y abstracta hembra que lleva vengativamente del bulto, la mojigata cuyos besos no tendrán jamás mejor destinatario que el pelotudo que sabemos? El sello personal es, a mi juicio, innegociable. Un compositor de verdad no se doblega por conveniencia ante patrones vacuos y facilistas que rinden culto a la imbecilidad del consumo. ¡Así de cruda es la cosa!

Volveré a creer en Silvestre Dangond cuando se decida a abrir de verdad (repito, DE VERDAD) el abanico musical vallenato con obras de nuevos compositores que transitan caminos diferentes y dan ejemplos loables contrarios al síndrome comercial en boga (no doy nombres para evitar ser repetitivo), de compositores veteranos y líricos incluso, siempre y cuando no se reduzcan éstos a las mismas temáticas y moldes de antaño con respecto a los cuales ya legaron obras de calidad insuperable. Algo de esto último pasa con Por Dios que sí de Rafael Manjarrez. Se trata, además, de una canción de difícil comprensión, desenredar su trama no resulta accesible ni siquiera sabiendo que alude o está ideada en función de la inolvidable Ésta es mi historia de Roberto Calderón, que grabaran con mucho éxito Los Hermanos Zuleta en el álbum 039 (1984). Me hace recordar lo que me dijo el buen amigo y compositor sahagunense Jaider Juris un día de festival refiriéndose a las composiciones de un consuetudinario rival nuestro que goza del beneficio de una de las tantas roscas sabaneras: hay que meterse en un cuarto oscuro para revelarlas y entonces sí procurar entenderlas. No es el caso de Rafa Manjarrez por supuesto, compositor que goza de meritorio reconocimiento. Pero un bache es un bache, y debo confesar que luego de escuchar varias veces esta parte dos del cuento matrimonial con triángulo amoroso, iglesia y misa incluidas aún no logro dilucidar, más allá de un pálido y viejo mensaje, esta nueva y rebuscada historia en versión del excelso cantante urumitero que es, sin lugar a dudas, Silvestre Dangond Corrales.

Lo he escrito ya mil veces pero no me cansaré, esto sí, de repetirlo: No es con reencauches; no es con los dilemas sentimentales de Alberto Mercado; no es con un Fabián Corrales reiterativo y acomodado a las exigencias de la industria del disco (por cierto, qué distinto es el Corrales de No te escondas de mí, tema que hace parte del álbum Lo que tú necesitas, 2011, de Jorge Celedón, lo que me lleva a pensar que si intérpretes y compositores se lo proponen la vida comercial del vallenato sería real y hasta radicalmente distinta); no es con el azucarado y empedernido enamoramiento de Wilfran Castillo, no es con el consabido jugueteo de un Omar Geles agomelado como va a lograr Silvestre Dangond escribir su nombre en la historia no deleznable de la música vallenata. ¿Cantos llamados a perdurar? Iba por buen camino, pero No me compares con nadie conlleva un lamentable retroceso. Un amor genial de Richard Daza no pasa de ser una bonita melodía, mientras El gavilán, cuyo autor es el propio Silvestre, desdice mucho de lo logrado en Muchachita bonita, también de su autoría, notándose otra vez en el Silvestre compositor la intención de emular la magia irremplazable del cantautor Diomedes Díaz Maestre.

Ya estoy por creer que es preferible un vallenato instrumental, sin letras, a seguir soportando tanta bobería junta. La saturación monotemática del amor insípido y mentiroso empieza a socavar mi aguerrida alma vallenata. No me extrañaría verme pronto buscando refugio en otros géneros musicales que marcaron igualmente mis años de mocedad. Quizá con menos intensidad pero –admitiendo ya la derrota de mi pertinaz creencia– con más (y mejores) posibilidades existenciales y poéticas.

Saludo cordial,

FBA