ELECCIONES…
Cuando el carnaval electoral, pletórico de mefíticos olores, hace otra vez de las suyas, no es dable hacer otra cosa que, desde la valla del aburrimiento, rogar (sabrá Dios a quién) para que esta cultura voraz y patológica de hacer política en Colombia termine, de verdad, algún día. Y digo de verdad porque el colmo de nuestras ardentías ilusorias osa presentarse, en la mayoría de los casos, de la mano del cambio, del progreso, de la anticorrupción. De ahí que este culto a la hipocresía no llame ya tampoco la atención, lo que actúa en detrimento de algunos pocos bienintencionados que, a la postre, son metidos por el pueblo en el mismo costal sucio donde la desidia de la masa electoral acaba sucumbiendo inexplicablemente a la lógica del voto putrefacto. Las coaliciones de partidos y candidatos que cacarean vientos de renovación darían para escribir toda una novela estoica y panfletaria.
Es entonces cuando, con una máscara menos nociva pero quizá igualmente perversa, volvemos a decir: este país no resiste más embelecos. Y sin embargo, continuamos acumulando desengaños sin plantearnos jamás, en serio, la forma de acabarlos. Nos sigue interesando este sainete de legalidad y democracia que tanto mal ha causado durante dos siglos de estiércol republicano. Más de dos milenios teorizándose acerca del derecho y la moral para que el democratismo imperante se vuelva cada vez más excluyente, oprobioso y criminal. Surgen, no obstante, nerviosos interrogantes. ¿Quién es el que realmente brujulea en la política criolla? ¿El politicastro de profesión por todos ampliamente conocido o el que, a sabiendas de la calaña de ese falso sujeto, se entrega por completo a acrecentar el vilipendio de su poder?
No quiero hacer juicios de valor en torno a una problemática sumamente compleja, merecedora de análisis con más largo aliento. Más bien, desde el arte, desde la poesía, compartir en un día como hoy, donde todo y nada es lo mismo, algo que en Cantando a Destiempo, poemario de mi autoría publicado en 2010, quedó escrito para fortuna y desdicha de su creador.
POLITIQUERO
Me refiero a un politiquero que sí cumple
sus promesas de campaña
que cuando dice puente hace el puente
y si le gritan agua como sea trae el chorro
alcantarillado, y se acaba la hedentina
luz, y hasta Dios se muestra sorprendido
trabajo, y no se toleran vagos en las casas
educación, y abarrota de sillas las escuelas
vivienda, y casi lloran las nostalgias de los puentes
salud, y nadie más se muere en las urgencias
justicia, y a cada quien le da su merecido
Este politiquero
no tiene ningún bache en su carrera
sabe de todo y bebe café a montones
en diferentes partes mientras habla,
su lógica es de un timbre milagroso
y su ética un tesoro contundente:
robar pero también hacer
la corrupción es un mal inevitable
Me refiero a un politiquero bondadoso
que alardea en lo ingrato de la vida
pero en los días de impuras elecciones
se viste con demócrata ignorancia
y sale a votar por el politiquero malo
en cuyas emanaciones
festeja agradecido ninguna solución
a su miseria
FBA