lunes, 26 de mayo de 2014

MI LECTURA DE LA PRIMERA VUELTA PRESIDENCIAL EN COLOMBIA. EL FUTURO DE MI VOTO. Y UNOS VERSOS DE MI PADRE…

Lo que me temía es casi ya una realidad en esta Colombia enferma y desubicada. Y salvo que 20 millones de colombianos se decidan a intervenir el 15 de junio (lo que no creo, y mucho menos frente a las dos candidaturas que pasaron a segunda vuelta y en fecha de mundial de fútbol, que tendrá partidos de Ecuador, Honduras, Argentina y Francia; peor todavía si Colombia pierde el 14 con Grecia), se ratificará la tendencia que 3.759.971 turulatos y enajenados (con el 99.97 de mesas informadas) acaban de consentir. Voté como lo anuncié, por Clara López (sin pertenecer al PDA ni a ningún otro partido), y por concluir que el voto en blanco carecía de fuerza en la actual coyuntura, además de no contar con legal eficacia y servir más bien de legitimación democrática al macabro triunfo de los ganadores. Estamos aún muy lejos de lograr lo que Saramago narró en su famoso “Ensayo sobre la lucidez”.

Y decidí votar considerando también que lo que estaba (y sigue estando) en juego es la vida misma, y que debía, por tanto, abandonar el acostumbrado abstencionismo que, por convicción –no creo en un sistema electoral que la derecha y sus politicastros manejan, con plata y poder en mano, a cabal antojo-, ha sido mi comportamiento en días de decisiones estériles y amargas como el de ayer. Así que, aprendida una vez más la lección, me sumerjo desde ya en lo que el buen amigo Abel Fuentes, desde lejanas tierras, se propuso sabiamente hacer: mantenerse al margen de un sistema que, como bien lo dice, carece de ética y no brinda garantías ni ofrece oportunidades de cambio real y significativo.

Quisiera, por otra parte, compartir la energía y el optimismo del poeta Juan Carlos Céspedes (sin duda, no es fácil derrotar a la muerte y hoy más que nunca hay que levantarse y persistir). Pero el problema es: ¿con quiénes?, ¿y a favor de quién? Votar por cualquiera de las dos opciones triunfadoras (que en el fondo son la misma cosa) no me permitiría vivir tranquilo durante el resto de mis días. No puedo ir en contra de mi formación ni masacrar mis principios, ni siquiera por un tema de tanta resonancia y sensibilidad como el de la necesaria paz de esta Colombia acobardada y sufrida, que nada desde hace no sé cuántos siglos en el más absoluto de los desangres.

Y lo digo porque, para quienes hemos venido siguiendo el desarrollo del proceso de paz de La Habana está claro que las FARC han ido dejando lo que ellas han denominado “salvedades”, entre las cuales está nada más y nada menos que la discusión acerca del modelo económico imperante, y los miembros de su comisión negociadora han sido reiterativos en señalar que solo a través de una Asamblea Nacional Constituyente se podría empezar a viabilizar el proceso de transición democrática y popular que juzgan ellos necesario para que los acuerdos y su visión de Estado y de Gobierno se vuelvan realidad. Se trataría, por tanto, de un proceso largo y dispendioso que no se compagina propiamente con lo que el Gobierno Santos ha venido expresando. La Constituyente no está entre los planes de Santos, como tampoco entrar a debatir temas que tienen que ver ya con las bases constitucionales mismas del Estado Social de Derecho colombiano. De la refrendación de la que habla Santos a la Asamblea de la que hablan las FARC hay bastante distancia de por medio, sin olvidar que lo ocurrido ayer en la primera vuelta presidencial nos sirve para calcular que los acuerdos de La Habana tendrán entre cinco y seis millones de colombianos debidamente adiestrados para acudir a las urnas a decirles NO.

Y es que la inculcada aversión de estos sectores hacia las FARC es en todo sentido, sin olvidar que las mismas FARC han contribuido a ello con sus acciones y que los medios de comunicación se han encargado también de exagerar y manipular en su contra la información, recibiendo, además, el sobrepeso de un lenguaje aplastante que los últimos gobiernos no se han cansado de remarcar. Por ende, si a sus integrantes no los quieren ver en el monte, menos en lo que denominan el circo de La Habana, y mucho menos haciendo vida política legal e institucional. Exterminarlos es entonces la única salida que les satisface, en la que llevan ya cincuenta años y dos gobiernos autoritarios sin conseguirlo. El miedo a las FARC y el miedo al castro-chavismo son los principales motores del voto idiota, como si de la noche a la mañana Santos (que defiende los mismos intereses de clase de Uribe y sus áulicos) se pudiera convertir en reflejo de lo ideal y en líder revolucionario. ¿De quién? ¿Del pueblo colombiano? ¡Nojoda!, ¡no seamos tan pendejos! Pero hay muchos perros que se comen esos huesos y no habrá poder humano que los haga desistir de semejante horror. Ojalá fuera verdad el peligro de caer en el castro-chavismo, a ver si por lo menos ensayamos otro modelo de desarrollo más social y humano. Y si Santos fuera adalid de revolución que marcha en pos de ello, no dudaría ahí sí en votar por él. Por mi madre que sí. Pero…

Pero si el tema de la paz está embolatado con Santos, con Zuluaga ni hablar. A punta de sapos, bombas, amenazas y espionajes sí que se hace imposible conquistarla o acercarse siquiera a sus confines. Por supuesto que es preferible que el proceso siga y que concluya con menos colombianos matándose en todos lados por negocio o ideología y que más adelante se pueda ir consolidando la paz integral que se requiere, la paz verdadera, la paz con igualdad y justicia social, esa que, por lo mismo, no se circunscribe a entregar armas, recibir prebendas jurídicas, abrir espacios democráticos y permitir el ejercicio pleno de la política a quienes dejan la guerra para, desde la legalidad, acceder a escenarios de poder. Ojalá, entre dos males, sea esta la opción ganadora el próximo 15 de junio.

En todo caso, con mi voto que no cuenten, pues no puedo validar con el mismo el púrpura del desastre (en sus dos matices) como tampoco el blanco de la inutilidad (consecuencia de su limitada consagración legal, pues hasta donde he leído no contempla alternativas de poder en caso de ganar). Creo que no habrá paz alguna, ni con Zuluaga ni con Santos, pues, así gane Santos y se mantenga el proceso en Cuba, no existe en la derecha colombiana (ni en la extrema ni en ninguna otra) voluntad política alguna para pensar y poner en marcha un país distinto, con los cambios radicales y sustanciales que se requieren en términos de dignidad humana y de equilibrio social, y no en términos de mayor autocracia como el “país distinto” que ofrecen cínicamente Uribe y Zuluaga. No puedo tampoco dar mi voto por una manera de gobernar que peca de lo mismo que nos ha maltratado durante tantos años, que engorda con costosas nóminas paralelas el sector público mientras paga pírricos salarios a los funcionarios de planta, que no ha dado pruebas concretas de fortalecer la negociación colectiva en el sector estatal, que se apodera de las entidades y las embadurna de corrupción y clientelismo hasta más no poder, y que, como si fuera poco, pone al frente de las mismas a personas abiertamente contrarias a su Misión y Visión para que las manejen a su amaño, acosen y persigan a los trabajadores y las conviertan prácticamente en patrimonio familiar. Hablo de cosas cercanas para no hablar de cosas más graves.

Entonces, ¿a qué paz nos referimos?; ¿cuántos de los que votaron y piensan votar nuevamente por la paz, están dispuestos a respaldar lo que las FARC sensatamente y con mucha razón proponen?; ¿cuántos de los que creen ahora en la paz estarán prestos a concederle a las FARC respeto e igualdad de condiciones para que hagan parte activa de la sociedad civil y del establecimiento?; ¿de qué paz hablamos si las prácticas politiqueras van en ascenso en lugar de decrecer?; ¿podrán las FARC -si son serios sus argumentos y están dispuestas, como dicen, a defenderlos hasta el final- someterse a un sainete y a una derrota de tal magnitud?

Por lo pronto, nosotros ya perdimos. Perdió Colombia. Perdió la posibilidad de una paz auténtica y  creíble. Y no hay nada que por ahora se pueda hacer. “La lucha no tiene fin” decía mi padre en un texto poético que escribió el 1° de mayo de 1970 y que bella y dolorosamente tituló “Manifiesto al Amanecer”.

Así que señores de las FARC -ustedes que han sido y continúan siendo los grandes motivadores de la votación uribista-, deberían ir cogiendo sus morrales e internarse lo más pronto que puedan en las montañas de nuestra amada Colombia, pues, como lo advirtió el hoy victorioso candidato y casi seguro ganador de la segunda vuelta, tendrán sólo ocho días de plazo una vez asuma su mandato. Y como esta gente no es de fiar, es mejor empezar a compartimentarse desde ya, como lo saben hacer y lo han hecho durante cincuenta años de guerra de guerrillas. Al fin y al cabo, ¿qué importa que transcurran cincuenta años más de totalitarismo estatal con el pueblo raso sumándole muertos, de lado y lado, a tan honorable guerra, si gran parte de los colombianos que salen a votar se muestran partidarios de que prosiga el desconcierto de las armas? Que se jodan todavía más las nuevas y futuras generaciones de colombianos. Y que Dios los perdone, porque la historia no lo hará. Entre tanto, oremos para que las FARC se desvanezcan algún día por sí solas…

Quienes gustan de hacer análisis electorales un tanto alegres, es bueno que tengan claro que los votos de Clara no son todos del PDA y que incluso militantes del PDA ya han manifestado su intención de abstenerse de votar en la segunda vuelta presidencial. Y esto que pasa por acá a fuerza de principios, es probable que no ocurra tanto por allá, pues así como difícilmente los blancos le pondrían color a su bandera (hasta es posible que aumenten, si bien nada pasará con ellos, pues ya se anuncia que ni aun ganando se repetirán las elecciones) conservadores y verdes bien podrían movilizarse, en buena parte, hacia el impotable y embustero Centro Democrático. No todos tienen claro lo que tiene claro la senadora electa Claudia López: que Uribe es peor que Santos. Lo es al menos en el actual contexto, pues es preferible que el proceso de paz se mantenga a que se suspenda provisionalmente el 7 de agosto (definitivamente en realidad, pues lo que pretende Zuluaga es para jugar con bobos, y las FARC, ya lo sabemos, de eso no tienen ni un pelo). En todo caso, lo que ocurra será sin mi voto. Al fin y al cabo, el mismo de nada serviría, ya que lo que va decidir quién será el próximo Presidente no es el proceso de paz en sí, sino el proceso de paz con las FARC, y no hay que romperse mucho la cabeza para saber hacia qué lado se inclina la balanza cuando estas cuatro letras están de por medio.

Con Zuluaga de Presidente, volveremos a vivir la tragicomedia URIBE-SANTOS, pues, ante la inevitable y creciente polarización del conflicto, un Presidente que tiene responsabilidades con todos los colombianos y no solo con quienes lo eligieron, tendrá tarde o temprano, si quiere “gobernar como se debe”, desprenderse de su ilegal titiritero, quien no tardará en emputarse ni vacilará al acusarlo de traidor mientras se busca otro majadero para la siguiente campaña presidencial. Alguien que le ayude a sostener el ego de su poderoso infierno personal. Eso pasó con Santos, eso pasará con Zuluaga. Y así sucesivamente.

Sé que, no obstante, muchos colombianos votarán a conciencia por Santos pensando en el presente y futuro de la paz, en contra incluso de sus más profundas convicciones. Lo valoro y comprendo, y de alguna manera, de corazón, estoy con ellos. Ojalá ganen y que posturas como la mía sean minoritarias. Solo espero que valoren y comprendan también que en tiempos de crisis es necesario preservar valores innegociables para que cuando llegue la paz (si es que llega) tengamos con qué impulsarla dignamente por el camino correcto. Además de lo que ya he expresado para no hacerlo, votar por Santos por votar contra Uribe no deja de inquietarme moralmente, pues parecería que muchos proceden más por un odio visceral e irreflexivo que se parece mucho al que experimenta el malsano personaje que lo provoca. Y en tal sentido, debo preguntarme: ¿en qué quedamos?; ¿el fin (llámese derrotar a Uribe o salvar el proceso de paz) justifica, en este caso en particular, los medios que representa Santos y su vistosa reelección con todo lo que implica en detrimento de otras materias tan cruciales como la paz misma?

Vuelvo mejor a mi padre, Enán Burgos Perdomo, para decirle que, así siga extrañándolo luego de transcurridos veintisiete años de ausencia, me tranquiliza saber que no está por aquí teniendo que vivir nuevas decepciones con dolor de patria. El 21 de diciembre de 1970 escribiste para la historia lo siguiente:

“Despierta, mi Colombia! Yo lo dudo!
Tu pueblo, analfabeto y tan cautivo,
vejado, agradecido sin motivo,
sigue quieto, conforme, sigue mudo”.

Y mientras cierro esta nueva y triste página política, mientras me voy tarareando mentalmente aquel sabio estribillo que Rubén Blades inmortalizó en su álbum “Maestra Vida” (“déjenme reír, para no llorar, déjenme cantar pa’ que la pena no duela tanto”), lamento tener que informarte, querido e inolvidable padre mío, que todo sigue igual. Que tu duda y la mía coinciden irremediablemente. ¡Qué digo igual!: ¡Hoy día, es PEOR!               



FBA

sábado, 24 de mayo de 2014

¡AY DOBLE MORAL!
LA ENFERMA COLOMBIA DE TODOS LOS DÍAS…

Lamentable lo ocurrido en Fundación-Magdalena. Lamentable que vía Twitter un estudiante de Derecho en Ibagué haya trinado varias veces burlándose de la tragedia y arremetiendo igualmente contra los colombianos oriundos de la Costa Atlántica. Pero lamentable es también que muchos de los que critican al irresponsable estudiante, no se miren la legaña en el ojo propio cuando diariamente postean toda suerte de ofensas, estupideces y barbaridades en una red social de cobertura mundial como es, sin duda, la de Facebook. Y peor todavía, si algunos de ellos posan de poetas y de escritores en cuanto festival o evento enroscado se les presente (los pagos de favores a que nos tienen, sin pudor alguno, acostumbrados: el yo te invito, tú me invitas). Los hay. Los he visto. Los he leído. Y hoy arribo a la plena nitidez del sublime mal: los he padecido. Pendejo que es uno. Uno de ellos, uribista furibundo que no baja de maldito a cuanto funcionario público incómodo o ciudadano contradictor se le atraviese. Y el otro, un renombrado y odiado poeta al que le apesta todo lo que le huela a chavismo, castrismo o a guerrilla a la colombiana. De seguro, este último tendrá sus razones (del mismo calibre que las que dimensiona contra la podrida élite cultural del país), pero no tantas ni tan fuertes como para justificar que hoy engrose las filas del uribismo más retorcido y recalcitrante. ¿Todo un intelectual en esas? Ni modo: es Colombia, una curiosa nación en la que el arte tiene también sus sostenidos y sus bemoles. Como la música, que también se encuentra en cuidados intensivos.

Así pues, el lenguaje se ha degradado hasta simas impensables, y si de penalizar ética o jurídicamente se tratara, habría que judicializar a más de uno de los tantos que escriben semejantes agobios y hasta elogios ridículos en las redes sociales sin medir las consecuencias de sus fáciles y alígeras palabras. Nada se piensa. Nada se sopesa. Todo el mundo dispara. Todos dan en el blanco.

Se acabó la vida privada. Se perdió la cotidiana intranquilidad. Se fregó el recomendable anonimato. Hoy impera el muladar de la falsía, la calamidad del protagonismo. Hacerse notar, mostrar cada cual su “arte”, una y otra vez, repitiéndose sin cansancio, en procura de quién sabe qué congelados beneficios. Aplausos y más aplausos. Hipocresía y más hipocresía. Mediocridad rampante, gusanosa perplejidad. Y todo eso ocurre en una virtualidad espantosamente estéril y superficial, que precisamente, en virtud de su poder masificador, termina convirtiendo en momentáneo todo aquello que rebose en su mentira. Hasta la belleza de una poeta que prefiere plantar en ella sus exóticas poses y no sus más desesperanzadores versos. De ahí la profusión con que estos seres informáticos gustan de mostrar lo que se comen, de anunciar próximos destinos, de publicitar su pequeño y patológico éxito. Y toca extrañar entonces aquellos atrasados tiempos en que no sabíamos cómo pero nos encontrábamos, toda esa triste felicidad que nos unía y nos calmaba, cuando vivíamos relativamente a salvo de los medios de incomunicación y, sobre todo, de la torpe facilidad de un avance tecnológico que aumenta y profundiza cada vez más las crisis y los desencuentros.

Y para colmo de males, la actual campaña presidencial nos tiene al borde de la locura o del suicidio. Porque vivir en un país que acumula más de doscientos años de angustiosa desigualdad, en medio de republicanas injusticias, de guerras civiles interminables, de violencia multipropósito, y que, además, legitima electoralmente su desgobierno a punta de politiquería, clientelismo, desvergüenza, delito y corrupción, es hoy por hoy una verdad que duele demasiado. No es tiempo, pues, de proseguir sufriéndolo sin hacer nada, es el momento de aspirar a un cambio social significativo, erradicando del todo la cómoda y cobarde indiferencia.

Empero, ¿qué diablos hacer?, ¿hacia dónde canalizar esta rabia inmensa que nos perfora el alma, esta impotencia creativa que pide a gritos siquiera un poco de verdadera paz? Todos los días se polariza más este infierno y toca apelar, por tanto, al único recurso que nos queda para sobrevivir a males que no se agotan y que, por el contrario, aumentan y se exasperan: este desahogo entre benéfico y dañino, tan inútil pero a la vez tan provechoso.

Nuevamente la derecha colombiana –responsable de la gran catástrofe nacional-, en sus dos vertientes hoy mayoritarias se rasga las vestiduras, se acusan recíprocamente, se sacan, sin estupor alguno, los trapos sucios al sol. Un infierno provocado con apoyo de serviles medios masivos para hacer olvidar el real problema que nos azota: ellos mismos, todos ellos que, más allá del apetito de máximo poder y de sus falsas y convenientes disputas, jamás estarán del lado de los débiles y necesitados. Ya se sabe: sus intereses de clase no están en juego. Que se jodan otros, los mismos que se pelean y se matan en las redes defendiendo y atacando lo que a fin de cuentas no es lo que debiera atormentarlos. La clase media colombiana naufragando todavía en la imbecilidad de sentirse parte del ponqué. Ni antes, ni ahora, ni nunca lo será. Aunque siga el oportunismo haciendo de las suyas.

Callejón sin salida. En eso andamos por estos días los colombianos de espíritu crítico y pulso independiente. La abstención no cambia nada, el voto en blanco no alcanza a contrarrestar los efectos de su legal inutilidad, la izquierda nada que se logra poner de acuerdo y detrás de su mampara democrática y electorera terminó siendo más de centro y hasta de derecha con iguales o peores escándalos en materia de corrupción. Rojos y azules siguen, aunque disfrazados y dispersos, en las mismas. Y con el POLO cualquier esperanza se esfuma al advertir en su interior, especialmente en sus sectores mayoritarios, secuelas aún vigentes de quienes por muchos años han sacado provecho del burocratismo sindical.

Y como no están un Carlos Gaviria ni un Gustavo Petro en la baraja (confieso que aunque he navegado preferentemente en las aguas de la abstención, llegué a votar por Petro en la pasada campaña presidencial y lo volvería a hacer, siempre y cuando no sigan en ascenso sus errores políticos y sus contradicciones inaceptables; y no por progresismos, sino por estudiada y desprendida convicción), sólo queda Clara López, al margen del partido que la respalda, para pensar al menos en un voto digno y consecuente, en un modelo de desarrollo económico radicalmente contrario al imperante –ese mismo que cogió más vuelo a partir de los años noventa del pasado siglo mientras nos comíamos el cuento de la revolucionaria Constitución de 1991-. Pensar entonces en la posibilidad de un nuevo rumbo, como el que la doctora Clara, con interesante y atractivo apoyo del PC y de la UP, nos ofrece.

No ganará. Por supuesto que no ganará. Es imposible en un país como el nuestro en el que el individualismo y la competencia están tan arraigados, en el que la juventud (formada para deformar) le apuesta miserablemente al continuismo, en el que se imponen con descaro los politicastros y saben cómo hacerlo, siendo después aplaudidos y agasajados por lacayos que degustan sus migajas. Pero es preferible creerle a Clara López que acostarnos el domingo y levantarnos el lunes con la indignidad de haber votado por lo malo para tratar de detener lo peor. Lo uno y lo otro son la misma cosa. Lo han demostrado hasta la saciedad apelando a idénticos métodos y personajes: basta mirar la recua de abogados y de asesores que actúan como contrapartes, los cuales perfectamente podrían cambiar de bando sin dilemas éticos de  ningún tipo; para no hablar de que lo uno y lo otro son amantes del bombardeo indiscriminado y no tienen reparo alguno en mostrarse felices, impecables e implacables al lado de sus humanamente ensangrentados trofeos de caza (de esa guerra que se niegan a reconocer).

Trágico y muy triste destino el nuestro, que por un más que justificado sueño de paz tengan los buenos ciudadanos que sacrificar principios optando por fórmulas que tampoco los representan (bien sea mañana o en segunda vuelta). Pero como están las cosas, es mejor que ni me lean, pues no quisiera ser el responsable de que cambien de opinión en detrimento, quién sabe, de un mejor futuro para las nuevas y siguientes generaciones de colombianos. Solo que la tan anhelada paz no se va a lograr con la desmovilización de las FARC mientras permanezcan intactas las causas que generan el odio y la violencia entre los colombianos. El Mesías que anda por ahí no dejará de perturbar y de favorecerse, próximamente con senatoriales dividendos, y continuará igual, señalando cínicamente la impunidad ajena sin darse por enterado de la suya propia. Doble Moral la de esta Colombia enferma y despiadada que permite que una venganza y un embeleco se apropien de argumentos atractivos para domeñarla a su antojo y mantenerla absolutamente idiotizada.

¿Y Dios? Ven, ven, ven, ven a nuestras almas Jesús ven ven, ven ven… no tardes tanto, no tardes tanto, Jesús ven, ven. Y aprovecha también para liberarte, cuanto antes, de tanto farsante que utiliza a tu Padre hasta para brillar en oscuros concursos y festivales…

Estamos, en verdad, jodidos. Y en medio de tanta rutilante hediondez no sé si este 25 de mayo encuentre las fuerzas necesarias para salir de casa en pos de apoyar, con mi voto solitario e imparcial, la candidatura de Clara López a la Presidencia de Colombia, que es por la única que me atrevería a hacerlo. Lo intentaré. Lo prometo.

Vaticinar la debacle que se avecina no es nada difícil: me temo que la extrema derecha colombiana volverá a regodearse en su eterno poder, mientras lo que llaman pueblo seguirá per sécula seculórum transitando el oprobioso camino de su autodestrucción. De cumplirse este nefasto pronóstico, no dudaré en renunciar a la ciudadanía colombiana (jamás a la sinuana) y en demandar asilo moral en algún pequeño, ignoto o lejano país donde aún se cultiven y se valoren la dignidad y la utopía. Si es que lo hay.

Saludo cordial, ¡y sano juicio Colombia!, ya es tiempo de que cambies de destino. Cuán grande sería poder dormir mañana sabiendo que un nuevo cielo empieza a despejarse para todos, sobre este bello pedazo de tierra que tenemos la fortuna de habitar y de, por qué no, de aquí a unos pocos años, compartir en paz.   


FBA 


              

domingo, 11 de mayo de 2014

ESTO PUBLICÓ EL 10 DE MAYO DE 2014, EN SU MURO DE FACEBOOK, EL AMIGO Y REY VALLENATO DE CANCIÓN INÉDITA 2011 ADRIÁN VILLAMIZAR:

“La canción inédita, la hija de menos madre. Siguen creyendo los festivales que el vallenato puede existir sin cantos. 16 millones y un acordeón en Valledupar para el Rey del Conjunto y la mitad pero sin acordeón para el Rey de la canción inédita. Es la misma tarifa desde hace por lo menos 4 años. Debe ser que las boletas para entrar al coliseo tampoco han subido y la botella de Old Parr sigue costando lo mismo que en 2010”.

NOTA: COPIO LO QUE NO ES INTERVENCIÓN MÍA TAL COMO APARECE, SIN QUITAR NI CORREGIR NADA.

ESTO COMENTÉ ESE MISMO DÍA:

La protesta del Ángel Bohemio es válida y así ocurre también por los lares donde sinuanos y sabaneros nos movemos. El menosprecio a las canciones inéditas es lamentable.  Basta recordar la final que compartimos con él y con Luis Alberto Prado en Festi-Sahagún 2012, en la que, por compromisos con TELECARIBE, nos pusieron a cantar corriendo frente a centenares de sillas vacías. En fin, estos asuntos festivaleros cada día se corrompen más. Pero hablando del concurso de canción vallenata inédita en el Festival Vallenato, el verdadero y gran lunar está, a mi juicio (y conforme lo he venido siguiendo desde hace varios años, si bien no como participante pues nunca me dieron la oportunidad) en la preselección de canciones para Primera Ronda. Un festival de tal magnitud y en el que se inscriben año tras año alrededor de 300 canciones, está en el deber de implementar diversos mecanismos que garanticen de alguna manera que haya no solo idoneidad en los jurados sino también, y sobre todo, eticidad (y esto último no solo en jurados, también en concursantes y organizadores). Medidas como: implementación de seudónimos, a fin de que quienes preseleccionan no sepan quiénes son los autores, aunque suene utópico pensar que tal cosa pueda ser una realidad en un país como el nuestro y mucho menos en un festival donde se mueven tantos… abominables intereses. Lo ideal sería que estos jurados que preseleccionan sean designados uno o dos días antes de hacer el trabajo y que se enfrenten a los temas sólo con títulos, letras y audios, y bajo el compromiso previo de mantener reserva al respecto. Otra medida sería designar jurados de diversas regiones musicales donde el acordeón y sus cantos hacen presencia (democracia, Maestro, como diría alguien no bien recordado). Y otra medida sería que se escuchen de verdad, con todo el tiempo que sea necesario, durante varios días, en sesiones individuales y colectivas, todas y cada una de las canciones inscritas. Estos jurados previos tienen incluso mucha más responsabilidad, de ahí que estén llamados a realizar un trabajo serio, de varias jornadas, que les permita escuchar y comparar, volver a escuchar y volver a comparar si es preciso, para ir decantando poco a poco el material musical del concurso. Medidas adicionales: preseleccionar más canciones, evento previo al festival, etc.

En la preselección, como bien lo anota Carlos Curiel, se limpia el camino, y se sigue limpiando cuando los jurados de las distintas rondas van incurriendo en inconsecuencias asombrosas en sus calificaciones. El mismo Adrián se quejaba hace unos años (cuando “Caja de mi Corazón”) de cómo a una canción un mismo jurado le rebajaba después en letra, en música y hasta en componente folclórico. Eso se observa claramente en las mismas publicaciones del festival, pues a medida que se acerca la semifinal (y para seleccionar las cinco finalistas mucho más) las canciones que se quieren dejar por fuera bajan en las calificaciones sin mayores argumentos. Y así, si en primera ronda estaba entre las cinco primeras, en la semifinal queda entre las últimas. Para la muestra un botón de este año: Luis Alberto Prado (canción “El valor de un artista”), compositor sahagunense, quedó en primera ronda de segundo y ya en la semifinal (si no recuerdo mal) Sandra Arregocés, que lo tenía en noventa y hasta le había puesto un 95, le terminó poniendo 80 en todo. Como que se quedó sin letra y sin folclor de una presentación a otra…

Ahora bien: ¿qué habrá pasado este año con la canción ganadora? Se ha invocado tanto a Dios que es mejor dejar las cosas así y pensar que de verdad sólo él, el Gran Maestro, es el único que lo sabe. Que un compositor de 26 años, conocido más como verseador de piqueria, con solo dos inscripciones en Valledupar (2013, finalista con “El mejor folclor”; 2014, Rey) y que empezó a componer en 2010 logre semejante triunfo, y que, no obstante lo anterior (me refiero a lo de haber empezado a componer en el 2010), aparezca diciendo en El Heraldo “aquí estoy cosechando los frutos de una larga lucha, ha sido duro, pero Dios me ha entregado la recompensa”, es algo que pone a pensar a más de uno. El festival que conocemos no es tan puro ni tan justo, y sabemos bien que no es solo con calidad como se avanza y se gana en el Valle. Testimonios de esto, miles. En todo caso, esto de los concursos, como dice Joaquín Rodríguez, es meramente circunstancial y nadie termina siendo el mejor en nada, excepto en el contexto muy particular y relativo en que logró salir victorioso, por las razones que hayan sido: divinas o mundanas. Esperemos que de ese arsenal de canciones (90, dice tener Enrique Ariza) brote la recuperación literaria y juvenil del canto vallenato, para bien de nuestra amada COFRADÍA y con visión de futuro. Aplaudo, así, en tal sentido, la aparición de este novel compositor, confiando en que sabrá con sus canciones estar a la altura del momento histórico que atraviesa una bella música que necesitó viajar en búsqueda de ser protegida por la UNESCO. Eso sí, sin creerse poeta ni nada por el estilo (lo digo porque lo escuché en TELECARIBE, la noche de la final, diciendo “nosotros los poetas”, mientras lucía enredado tratando de explicarle su tema a los presentadores del programa), consejo cariñoso que le doy para no caer en el “autoengaño”. La mejor respuesta la tenía a la mano, y un poeta lo sabe: el arte no se explica; ahí está el Ernesto Sabato de Abaddón el exterminador, quien lo señala en mejores términos. El sendero de la poesía sí que es largo, sombrío y tormentoso, y casi siempre ajeno, y hasta contrario, a cualquier reconocimiento.

Estoy con lo que dijo el kuky Riaño: bonita melodía, que hace recordar a compositores importantes que han transitado por caminos similares. Ando todavía buscando en alguna parte el parecido.

Cierro esta perorata rogándole al Altísimo que se acaben (como lo propuse en el evento PES de Valledupar y con lo que, por lo que he leído en otras publicaciones, Adrián se muestra ya de acuerdo) los premios en los festivales (que se conviertan estos en muestras culturales con el apoyo económico mínimamente requerido para presentarse en ellas); desear que sean más altos empeora las cosas. Hay que recordar que estamos en Colombia. Vivimos en Colombia. Sufrimos en Colombia. Y si no, miremos lo que está ocurriendo con la actual campaña presidencial.

Saludos a todos desde el Sinú. FBA

ESTO COMENTÓ EL 11 DE MAYO DE 2014 EL NUEVO REY VALLENATO DE CANCIÓN INÉDITA 2014, ENRIQUE ARIZA CELIS:

“Señor Francisco Burgos: es muy fácil sentarse a descalificar sobre todo para aquellos que no tienen méritos para hacerlo. Soy un poeta porque DIOS así lo quiso y eso nadie puede contrarrestarlo ni siquiera yo mismo. Cuando hablo de una larga lucha me refiero a la lucha de mi vida en general y a las pruebas que el TODOPODEROSO me ha puesto en todas las áreas de mi existencia. El arte no puede explicarla el que no la entiende y si hubo alguien enredado no fui yo al explicar sino usted al entender. El hecho de que Gustavo Gutiérrez y Marciano Martínez hayan calificado esa final dándome como ganador y que poetas como Adrian Villamizar estén deacuerdo con ello deja por el suelo cualquier argumentillo suyo o de otros para desdibujar lo que el CREADOR estipuló como una victoria certera. Ha sido duro luchar siendo honesto contra la falta de honestidad de los festivales en general pero DIOS me dio el valor de perseverar y en este año decidió premiarme; entonces ¿qué importancia tiene el tiempo que llevo de ser compositor si cada inspiración proviene del TODOPODEROSO? ¿Es la edad o la experiencia un requisito determinante para que el CREADOR haga su voluntad? No fueron necesarios 20 años de experiencia para que DIOS me hiciera entrega de dos galardones en un mismo año (Festival Feancisco el Hombre y Festival Vallenato). Mi consejo es que en lugar de quejarse cual doncella en apuros, se ponga el overol como me lo puse yo y como se lo puso Adrián Villamizar y salga al campo de batalla a demostrar con hechos la validez de sus argumentaciones porque hasta ahora son sólo palabras heridas que carecen de fundamento. Bendito sea mi DIOS!”.

ESTO COMENTÓ DESPUÉS ADRIÁN VILLAMIZAR:

“Que pena que estas cosas pasen entre personas tan maravillosas como Enrike Ariza y Francisco Burgos A y otros a quienes puedo incluir en este mini club Tomasino (por aquel que le quería meter los dedos en la llega al redentor). Lo de Kike a diferencia de muchos de nosotros es algo espontaneo y natural, fruto de una iluminación muy particular mas allá de las explicaciones racionales que a veces nos gustan. Su historia y la mía tienen ribetes de encuentro muy particulares. Tal vez Juaco tampoco conoce que yo destapé mi ollita de presión al final de mi carrera universitaria cuando tenía unos 28 años, haciendo descomposiciones en el destiempo que tanto le nutre a Pacho. El año Rural en Riohacha y la soledad en las noches del puesto de salud de Cotoprix hicieron el resto. Claro que antes de ese salto al abismo había cruzado muchos arroyitos de parrandas, serenatas a dos y tres voces con guitarra y 'violina', cartas de amor y gritos desesperados que en espiral virtuosa desembocaron una noche de aguardiente, soledad, guitarra en mano y la presencia cómplice de dos cassettes, uno de Huertas y otro de Marín. Era el año 1996 y allí comenzó mi historia de versos y melodías que ha sido el pretexto de la amistad con mis 'poetas sabaneros' y la misma que me encontró una tarde hace casi dos años en esta vitrina con Enrike Ariza. Estoy tranquilo pues sé que esto se resuelve entre cantos y amaneceres. Los amo a todos”.

COMO NO PUDE PUBLICAR MI RESPUESTA (COMPLETA) AL NUEVO REY, COMENTÉ:

Compadre Adrián, saludo afectuoso; sin duda, así será. Tengo ya una respuesta amigable para el nuevo Rey pero parece que por su extensión (o por algún extraño poder que no quiere que esto continúe) no se deja publicar por aquí. Así que lo intentaré más tarde de manera completa o fraccionando su envío. O en algún otro lugar de este mismo medio. Fuerte abrazo.

Y COMO FINALMENTE NO SE PUDO, TOCÓ POR AQUÍ. EN MI BLOG ESCONCES Y DESTIEMPOS Y CON ENLACE EN MI MURO DE FACEBOOK (FRANCISCO BURGOS A). AHÍ VA:

Enrike, saludo fraterno y amigable desde el Sinú. No deseo discutir contigo, pues prefiero creer en tu talento y esperar de él (como lo dije) grandes cosas en el futuro. Hasta te aplaudí en el párrafo pertinente (¿no escuchaste?). Aprovecho mejor, ya que estamos de “tú a tú”, para felicitarte por tu triunfo. A la postre no nos conocemos y emprender cualquier debate entre nosotros, sobre la base de atrevimientos y aproximaciones (y lo peor: siendo ambos abogados; leí que estás en décimo semestre), podría conducirnos a un camino espinoso que no vale la pena transitar. Quienes me conocen, saben que no rehuyó discusiones y que, por el contrario, llego siempre hasta el final y asumo todas las responsabilidades que mis palabras me generen. Pero, por tratarse de ti, de un ser que ese “monstruo” (ojo: no ofendo a tu Dios, es la pura y literal verdad) del canto, nuestro querido amigo Adrián Villamizar, pondera sobremanera (recuerda, por favor, lo que escribió en su Muro: “El Ángel Bohemio se revienta de dicha ya que por segundo año consecutivo un alma grande y buena como Enrike Ariza es otra vez finalista de la canción inédita en Valledupar”), evito hacerte víctima de mis dardos sinuanos. Prefiero pensar que estoy conversando con el alma grande y buena que Adrián menciona y no con alguna otra fuerza oscura que te lleva a intentar insultarme endilgándome “argumentillos” y dándome tratamiento de “doncella en apuros”. Vuelve a leer, por favor, el párrafo en el que me referí a lo tuyo, y no encontrarás una sola palabra que lo haga con irrespeto y bajeza. Entiendo que el ímpetu juvenil (“yo también tuve veinte años”) nos lleva a veces a disparar de inmediato, sin sopesar las consecuencias. Con el tiempo se aprende a hacerlo bien, no te preocupes. Los años, la experiencia, esas cosas también cuentan…

Ahora bien, si te sentí enredado (tranquilo, dejémoslo como simple percepción), si tu victoria inusitada en un festival de tanta controversia me pone a pensar (y no solo a mí) en qué pudo haber pasado (para bien o para mal), son situaciones que de aquí en adelante, por más que te molesten, deberás afrontar como lo que eres: un Rey Vallenato, y con la altura que tal calidad exige. Es que podríamos pasar muchas horas explicándote el por qué nos sorprende el asunto, necesitaríamos ubicarnos en otro espacio para, sin prevención y con camaradería, hablarte de algo que tú mismo, en tu comentario, aceptas conocer (las trampas, las injusticias, las componendas). Por eso, vuelvo a aplaudirte para señalar la importancia de que un joven como tú, CON LA AYUDA DE DIOS (me arrodillo: que valgan para cosas buenas las mayúsculas), haya cambiado todo, de un momento a otro, en Valledupar. Por supuesto que creo en los talentos extraordinarios que surgen cada cierto tiempo y rápidamente son reconocidos. Mozart fue Mozart desde los cinco años. Los simples mortales tenemos que padecer el yugo del menosprecio, algo que, no obstante, termina dándonos una especial finura, que es la que nos permite, gracias también a Dios (al Altísimo, o al Bajísimo; me gusta pensar que está más cerca de la contradicción humana), con sentidas y contundentes palabras heridas (¡cuánto me place ese final tuyo!) dejar, para la historia, nuestro pequeño testimonio existencial, y sin arrogancias de ningún tipo.

Así que no defiendas tanto tu triunfo, no hay necesidad. Si tienes claro de dónde vino y cómo se logró, sabrás que nuestro Hacedor no necesita propaganda. Y Dios es tan bueno (pregúntale a Rilke) que no demanda tampoco agradecimientos.

En torno a la poesía, bueno, si te complace saberte y llamarte poeta es algo que, ¡bendito sea Dios!, te respeto y admiro, aunque debo confesarte que me genera una inquietante preocupación que me lleva a compadecerte un poco. Fíjate en esto que tú mismo dices: “… nadie puede contrarrestarlo, ni siquiera yo mismo…”. EXACTO. De eso se trata. Está en tus propias palabras era rara mezcla de bendición y maldición que comporta y arrastra la verdadera poesía. Si te ofendió mi consejo cariñoso, créeme que te lo di sin ironía alguna, más bien muy preocupado por ti, por tu bien, pues después de tantas lecturas, publicaciones y vivencias creo poder comprender ese imponderable terrible que habita en el corazón de la “buena” poesía. Te repito mis palabras finales con las que cerré el párrafo sobre tu logro vallenato: “El sendero de la poesía sí que es largo, sombrío y tormentoso, y casi siempre ajeno, y hasta contrario, a cualquier reconocimiento”. Y te agrego algo que escribí anoche, en ejercicio de lo que Julio Ramón Ribeyro denominada “libación solitaria”: NI SIQUIERA ALCANZA UNA VIDA PARA SER POETA.

A propósito de Julio Ramón, escucha lo que inmortalizó en sus “Prosas Apátridas”: “Uno escribe dos o tres libros y luego se pasa la vida respondiendo a preguntas y dando explicaciones sobre estos libros. Lo que prueba que a la gente le interesa tanto o más las opiniones del autor sobre sus libros que sus propios libros. Y en gran parte a causa de ello no escribe nuevos libros o sólo libros sobre sus libros. Para contrarrestar este peligro, tener presente que una buena obra no tiene explicación, una mala obra no tiene excusa y una obra mediocre carece de todo interés. En consecuencia, los comentarios sobran”.

¿Qué tal? En todo caso, si consideras tener otra virtud de esas emanadas del Todopoderoso que te habilite para explicar tu obra, allá tú. Yo prefiero disfrutar tu canto sin dejar a un lado el enredo maravilloso que tienen, sin duda, ciertos alimentos espirituales y terrígenos. Y si no me crees a mí (pues, según tu ligera apreciación inicial, soy de los que descalifican sin tener mérito alguno), y tampoco a Julio Ramón, te sugiero aprovechar el éxito celestial para ir en pos de autores como Sabato (sumérgete con urgencia en el universo de “Sobre Héroes y Tumbas”, de Abaddón y en especial en el acápite “Querido y remoto muchacho”; escucha con atención las conversaciones de Ernesto con los jóvenes de sus novelas), de Pavese (“El oficio de vivir, el oficio de poeta”), de Pessoa (entérate de todos los poetas heterónimos que rebeldemente convivían en él), Rimbaud (léete -te constituyo en mora- “Una temporada en el infierno”), Baudelaire, Mayakovski y tantos otros que vivieron y sufrieron grandes padecimientos emparentados con el rigor artístico. ¿Te has preguntado alguna vez por qué se cortó la oreja el gran pintor Van Gogh? Y ¡vaya paradoja!, la calidad de su obra solo fue reconocida después de su muerte.

¡SOY UN POETA!, nos dices. Y pues sí, estás en todo tu derecho. Cada quien es libre de considerarse como quiera, tenga o no motivos para hacerlo. En ningún momento lo he puesto en entredicho, es solo que acostumbro recomendar prudencia y parquedad con respecto a un “don” que tiene tanto de salvación como de condena. Si supieras cuantos huesos ilustres (y hasta milenarios) se retuercen en sus tumbas al oírte hablar así. Porque te oyen; de eso, no te quepa la menor duda…

Poeta… la Madre Tierra que crea y recrea, y años después nos traga para siempre. Es que cuando te hablo de poesía me transporto mucho más allá de la coyuntura musical que dio origen a este intercambio epistolar. Yo, óyeme bien, por muchos libros que haya publicado y otros más inéditos que sobre el particular tengo por ahí, y así haya sido favorecido con opiniones de expertos y hasta con premios en las distintas facetas de mi quehacer creativo (incluyendo la musical), jamás llegaré a la desfachatez (perdóname el término) de autodenominarme poeta ni me lo creeré cuando alguien, por más fundamentado que parezca, así me catalogue. Por respeto a la Poesía querido Enrike, a todos sus mártires, a tantos que habiéndolo sido o siéndolo con trágica verdad, nunca se vanagloriaron ni se vanaglorian de ello.

Yo no soy hombre de argumentar sacando pergaminos porque sé que un triunfo, ¡cualquier triunfo!, tiene siempre tanto de cierto como de falso, Y por eso, a tu invitación a que me ponga el overol y salga al campo de batalla, respondo hombre, qué bien, aprovechemos que ya eres Rey para que me des un empujoncito a ver si alguna vez me preseleccionan en el Valle. Pero no, mi querido amigo, yo no concibo el arte musical como un tinglado ni hay nada que deba demostrarle a nadie. Lo mío es lucha frontal y férrea contra la corrupción festivalera (y contra otra peor: la de la degeneración comercial del llantico que sabemos), y mis canciones (algunos las aprecian, otros lo contrario) solo las hago para reconciliarme conmigo mismo, para compartirlas con mis seres queridos, con mis amigos, y sobre todo con ese pueblo excepcional y sensible que me encuentro a veces por ahí, cerca de las tarimas sinuanas y sabaneras. Nunca para perseguir victorias, fama, premios, títulos y coronas. Siempre para continuar reivindicando la Utopía y lo Absoluto. Y si habláramos de que lo hacemos también por amor desinteresado al arte, tú, que cuentas con un Dios más poderoso que el mío –al que invocas desmedida y temerariamente como vanguardia y retaguardia, y hasta con cierto tonito amenazante y provocador–, deberías estar convocándome, siendo consecuente con tus principios, para el gran abrazo del afecto como compañeros de la misma lucha, y no para matarnos en nombre del folclor.

Así que, por lo pronto, me quedo en la tranquilidad de mis “argumentillos”, de mis solitarios y confiables “quejidos”, y sólo espero que dejemos este cuento hasta aquí, que soñemos mejor con lo que dice Hernando Riaño Baute (“… ojalá dejaran de pagar premios por participar en canción inédita para que solo participen los que aman la música… y solo lo intenten los que creen que participar es un honor que no se puede cualificar…”). Yo también lo dije, pero como que te concentraste solo en el párrafo que te aludía. Y si el entierro ha de seguir, que siga, pero sin nosotros.

Bien, me despido. Excusen la longitud. Saludos a todos los que andan por aquí.

Fuerte abrazo, FBA.


ESO ES TODO. QUE QUEDE SOLO COMO ANÉCDOTA DE LAS PASIONES QUE HACE VIBRAR LA MÚSICA VALLENATA EN SUS DISTINTOS PROTAGONISTAS. NADA QUE DEBA TRASCENDER. AL MENOS, ASÍ SE MANTENDRÁ EN MÍ, Y SIN RENCORES DE NINGÚN TIPO. SALUDOS. FBA.