¿ESTÁ VIVA LA
POESÍA?
No
sé en otros lares (me imagino que sí, a partir de notables excepciones, no de
la zahúrda que pulula en redes sociales), pero me temo que en el Sinú, ¡no!, y lastimosamente,
con inri más que merecido. Al menos, no en el que se muestra hoy día, ese que
con Z y careta de Editorial no se corresponde para nada con el Sinú de José
Luis Garcés González, de Jorge García Usta, de Raúl Gómez Jattin, de H. Galo
Vurgos P., de Guillermo Valencia Salgado, de Rafael Yances Pinedo, de Enán
Burgos Arango, de Joaquín Rodríguez Martínez. ¡Y de FBA! (duélale a quien le
duela).
Que
se diga que respiro por la herida… Me tiene sin cuidado. Que se diga que la Ira
y la Indignación me motivan a garrapatear estas letras… Pues sí, grandes
revoluciones han surgido de estas dos grandes hermanas del espíritu rebelde y
justiciero. Y si decir estas cosas me trae cada vez más antipatías y
contratiempos, bien llegados, me los merezco, debo sobrellevarlos en nombre de
otros tiempos, tanto pasados como futuros, para dejar “mi constancia” contra
esta bosta infame que, “poéticamente”, pretende imponernos su mediocre,
perverso e irrespetuoso criterio.
Creía
que Editorial Zenú y su gestor, Henry Ballesteros (me basaba en comentarios de
un amigo mutuo), eran culturalmente serios, y que podíamos pensar, ¡por fin!,
en nuevos bríos, en nuevos vientos poéticos y literarios. Pero no, los
amiguismos y las componendas continúan vivitos y coleando. No conozco, por supuesto,
a gran parte de los que han sido seleccionados en su concurso virtual de poesía
(100 de 806 textos enviados), como sí conozco a algunos cuya calidad no
discuto, dígase Ela Cuavas y Alonso Mercado (entrañable Director del Grupo de
Teatro en mis tiempos estudiantiles en la UNICOR cuando su oficina estaba
contigua a la de nuestro movimiento estudiantil de Ciencias Sociales). Pero la
sospecha surge cuando, escudriñando en el listado de admitidos, veo a un par de
“personajes” cuyos textos, publicados en Facebook días atrás y ahora
favorecidos por tan “selecto” jurado, dejan, de verdad, y claramente, mucho que
desear. Sus autores, hombre o mujer, mejor me los reservo, no vaya a ser que
termine siendo yo el justo responsable de algún prematuro suicidio, o aparezca después
este humilde servidor en la página judicial de “El Propio” o en la del pernicioso
“Meridiano de Córdoba”, señalado como víctima mortal (a destiempo) del disparo
de alguna fémina ofendida. Además, para qué mencionarlos, si lo mejor que puede
pasarle a la mala poesía es que, luego del ridículo baño de popularidad que les
espera a los seleccionados, los dos entuertos a los que aludo salgan
victoriosos, queden entre los 60 publicables y uno de ellos hasta se asegure el
botín que, en plata gringa, fue ofrecido por la editorial convocante.
Basta
agregar que es fácil detectar en Internet las relaciones existentes entre algunos
concursantes y quienes oficiaron de jurados, las mismas que el programa radial
Cultura y Vida, dirigido y presentado por Henry Ballesteros en UNICOR Estéreo, corrobora
recientemente sin dudas de ningún tipo (y ojo, no me refiero al buen logro de
haber tenido entre sus invitados a Fernando Denis, un verdadero poeta de todos
los tiempos). Y si no bastara con lo anterior, investiguemos entonces las
tertulias a las que pertenecen, los espacios que comparten unos y otros, los
viajes que han realizado juntos dentro y fuera de Colombia, y otras curiosidades
por el mismo estilo. Convertir la poesía en escenario de complicidades melcochudas,
no tiene ni tendrá jamás perdón de Dios (y estoy mirando para abajo).
Leo
entonces en Facebook (octubre 17 de 2014) que “Editorial Zenú agradece infinitamente a los
Maestros: Enrique Arroyo Villegas, José Luis Cabada Ramos, Alexis Zapata Meza y
Danith Urango Tuirán por haber sido jurados durante el proceso de selección de
los 100 poemas en el Concurso Editorial Zenú de Poesía”. No sé cómo puede
resultar infinitamente agradecible catapultar la poesía hacia el acabose
mediático, como tampoco (aunque, claro, eran las reglas de juego y, más por
colaborar o por curiosidad que por otra cosa, me sometí a ellas) cómo pueda el
“público de la poesía”, al buen estilo de los nocivos Reality tipo RCN y CARACOL, tener la última palabra. Si estamos
escasos de “buenos” poetas (y hay que poner siempre las comillas por todo lo
que ello conlleva), qué se puede esperar de la masa de votantes que, sin mayor
conocimiento del intrincado y contradictorio tema, terminará decidiendo la
suerte de los seleccionados por razones en su mayoría opuestas al “rigor
poético”. ¿Se leerán acaso los 100 textos, los relacionarán y ponderarán entre
ellos antes de apuntarle a algo así como el “me gusta” compadrón?
¡Por Dios!, no
hay nada más desprestigiado en Colombia (si dejamos a un lado a congresistas y
demás politicastros por todos conocidos, y sin olvidar a ciertos donjuanes y a
inefables damiselas que gustan de arrogarse la gestión cultural) que los términos
“MAESTRO”, “DOCTOR” y “POETA”. Cualquier Perico de los palotes hoy día lo es. Y
en cuanto a la Plaga de Poetas (como yo la llamo resistiéndome valerosamente a
pertenecer a ella y negándome de manera rotunda, por respeto a los que sí
fueron Poetas y vivieron y murieron inmersos en la más absoluta adversidad, a que
se me califique, aunque sea en buenos términos, como tal), es fácilmente
identificable con solo recorrer buena parte de los grupos de Facebook que se
presentan en nombre de la maltratada poesía.
No es fácil
llegar a saber qué es la poesía, pero quienes quieran aproximarse a saber qué
no lo es, no es sino visitar algunos de esos grupos informáticos. Los “poetas”
de las redes sociales se conocen porque así se tratan entre ellos sin siquiera
pensar si lo merecen o no, se desviven por aparecerse en todo tipo de
festivales o encuentros y hasta se pagan pasajes internacionales, se hacen
condecorar y conceden entrevistas, llevando como equipaje unos cuantos versitos
de dudoso trasfondo artístico. Y si no me creen, por ahí cerca se encuentra John
Better (poeta, ¡éste sí!), certero y vigilante, quien puede ilustrarnos mucho
mejor al respecto (ya lo ha hecho en varias ocasiones), con plausible pericia y
envidiable perspicacia.
Ahora bien, lo
mínimo que se les debe exigir a los citados “Maestros” es que sean serios, que
valoren el duro e incomprendido oficio de la poesía, y, sobre todo, que no se
presten para semejante homenaje al pésimo gusto. Que mi texto-poema o como se
le quiera llamar a “eso” (“Traer hijos al mundo” es su primer presunto verso),
sea ignorado o pase desapercibido, vaya y venga, es posible y como están las
cosas hasta esperable (así se lo hice saber previamente a unos amigos,
anticipándome a lo que, daba por seguro, ocurriría), además porque, cuando se
concursa y son muchos los participantes, hay que empezar por respetarlos a todos
y ser consciente de que, en calidad (término en todo caso siempre relativo
cuando es necesariamente la subjetividad la llamada a calificar), pueden llegar
a superarnos, pero cuando las cosas se desbordan y se da cuenta uno de por
dónde es que va el agua al molino, ahí sí, ¡ni modo!, toca destapar la olla
para que el olorcito a podrido empiece a circular.
Conocí a Danith
Urango Tuirán en el I Festival de Poesía y Narrativa de Santiago de Tolú (2012)
que organiza Jorge Marel, lo he leído y debo decir que le profeso respeto y
admiración, y precisamente por eso me extraña sobremanera que, entre 806 textos
(sin incluirme, me atrevo a asegurar que hay muchos mejores) se haya inclinado
por un par de esperpentos rayanos en la peor cursilería e indignos, por tanto,
del espacio vilmente otorgado. Pero claro, la extrañeza se evapora cuando
observo fotografías, escucho programas, detallo recorridos, asimilo loas mutuas,
relaciono personas, y poco a poco voy sacando conclusiones hasta llegar a la
triste realidad de que su olfato poético (¡y vaya cosa!, el de él, que es
experto en versos de la más suculenta gastronomía) haya decaído hasta la sinvergonzonería
del oprobioso amiguismo fotográfico. Por
muy malo que sea mi texto, estoy listo para enfrentarlo, en mi voz, en lectura
abierta y público adverso si se quiere, al par de embelecos que lo desplazaron
y a otros de los seleccionados si a bien lo tienen, a ver quién sale mejor
librado. Cuando quieran y como quieran, señores de Editorial Zenú. Ese es el
verdadero concurso, ¿no creen ustedes? Yo soy malo, carajo, pero no tanto como
esos y otros individuos que se las dan de poetas y se pavonean con sus bodrios por
ahí, causándole enorme daño al cerebro y a la sinrazón de la poesía.
Sé de antemano
que voces atípicas como la mía no son de buen recibo en esta sociedad pazguata
y corrompida, mucho menos cuando acostumbro, como escribió alguna vez en su
columna dominical Álvaro Bustos González luego de leer mi poemario “Cantando a
Destiempo”, a decir cosas duras, y comprendo por ello que cuando decidí
aventurarme con una temática de grueso calibre, nada dulzarrona, nada
romanticona, nada pueril –que entrelaza a los hijos con la muerte–, estaba
garantizándome el seguir escribiendo mi eliminación del mapa poético cordobés y
colombiano. Confieso que hasta lo hago adrede, pues nada me gustaría más que
encerrarme y apartarme por completo en el universo creativo y angustioso de lo
ignoto (estoy cerca de lograrlo). Pobre de Maiakovski (y no me estoy comparando
con el gigante del Futurismo ruso) si les hubiese tocado a estos “Maestros” de
Editorial Zenú evaluar sus contundentes y atronadores sufrimientos.
Sin duda, haber
publicado “¿Festivales o Amiguismos?” en mi blog ESCONCES Y DESTIEMPOS, y otras
diatribas-verdades del mismo orden, es algo que me cobran y seguirán cobrándome
los doctos del disparate poético y literario. Por cierto, ¿qué pensará el poeta
Jorge Marel de que mi nombre –que él incluyó recientemente dentro de los cuatro
mejores poetas vivos del Departamento de Córdoba, según su respetado y
reconocido juicio, y obviamente contra mi voluntad, al lado precisamente de
Danith Urango, Ela Cuavas y René Cueto, lo que me vi precisado a comentar
matizando el asunto– haya sido olímpicamente excluido del parnaso cordobés por
unos sabios de corto y sucio vuelo? Todos están ahí, en el listado de Editorial
Zenú, bien de jurado, bien de participantes, excepto yo, así que creo, poeta
Marel, que no hay más remedio que considerar que usted está bastante equivocado
en lo que a mí respecta; los que son, ahí están, y este minúsculo hombre que
soy yo, que pervivo orgullosamente en el aislado y perseguido universo de los
que, por no apelar a bombos y platillos, no somos ni seremos jamás, tiene que
conformarse y aceptar su trágica suerte, estos benéficos e interminables gajes
del verdadero oficio. Y sin creernos víctimas de nada, simplemente sabedores
del cumplimiento de un inevitable y doloroso destino. Pero para decirlo con
otras palabras, es el precio que tengo que pagar por ser diferente, por ser
auténtico, por vivir a destiempo, por no ser hipócrita, por no ser lambón. Y
también por pendejo, por prestarme a estas estupideces de pompa y falsedad.
Bregar y
resistir es lo que más he hecho a lo largo de mi vida en los distintos
escenarios en que me ha tocado desenvolverme, y no duden de que, mientras me
suene la flauta, lo seguiré haciendo, así esté ya cerca, muy cerca, como lo
dije, de seguir los pasos de mi padre, Enán Burgos Perdomo, quien terminó
refugiándose cuando tenía mi edad, asqueado de todo (y eso que eran otros
tiempos, menos veloces y enfermizos) en la “tranquilidad” de sus cuarteles de
invierno.
Si no fuera
porque siento que ya voy de retirada de cualquier entramado artístico (nunca de
continuar emitiendo versos y canciones sin ínfulas malsanas; y solo para mí,
querido amigo Joaquín Rodríguez Martínez, ¡qué le vamos a hacer!, solo para mí,
pues ya está más que comprobado que todo lo que viaja no va acompañado siempre de
sentido), me dedicaría a leer, uno por uno, los poemas seleccionados, con la
certeza previa de que me encontraré con otras desagradables presencias. Otro
par de nombres de los que conozco me llevan a pensarlo así, sin temor alguno a
equivocarme. Pero bueno, dejemos más bien que Editorial Zenú y sus tan adulados
“Maestros”, a la cabeza de Danith Urango, sigan haciendo la fiesta del mierdero
poético (¡con perdón de la Mierda, que merecerá siempre mis respetos!) como les
parezca. ¡Sálvese quien pueda!
Saludos,
FRANCISCO BURGOS ARANGO
(FBA)
Montería, 18 de octubre de 2014 (sábado)