lunes, 9 de febrero de 2009

Una pérdida lamentable (a un ladrón de infortunios):

En 1994, un miércoles santo de ingrata pero placentera (literalmente hablando) recordación, estrenaba trabajo festejando el inusitado hecho con compañeros de labores en un antro de la ciudad cuando, pasada la medianoche, me dirigí en compañía de una fémina adorable a una mesa de fritos y a nuestro regreso, llegando al sitio, libré una batalla histórica contra un par de ladronzuelos de baja estofa que salieron repentinamente de la oscuridad. Una vez me deshice milagrosamente del que me aseguraba por detrás, forcejeé con el que se me puso al frente, cuchillo en mano, tratando de arrebatarme el maletín donde, suponía, estaba el tesoro informado. Lo llevé, poco a poco, hasta la puerta de entrada al burdel, logrando zanjar el barro y las arremetidas del nervioso asaltante, quien, retrocediendo, tiraba del bolso infructuosamente, respondiendo yo con el atrevimiento y la descomunal fuerza de algo más de doce horas ingiriendo whisky y aguardiente.

Pero la fortuna (siempre esquiva) no estaba conmigo y cuando el Director de la oficina donde trabajaba -intrigado por los gritos tardíos y cómplices de la fémina- se acercó a la puerta, su llamado a que le arrojara el maletín que en ese preciso momento acababa de recuperar no contó con la reacción prevenida que era de esperarse, al no advertir la presencia de un candado que cerraba la reja de protección. El ladrón, ni corto ni perezoso, apenas vio salir por los aires el objeto de su deseo y ad portas de ser increíblemente derrotado, abandonó la gresca, dribló a lo Robinho tras un Renault 4 estacionado junto al lugar, y finalmente voló (no es una hipérbole) con aquel trofeo de mi desdicha dejándome con mi navajita de campaña ya empuñada y a punto de improvisar. El otro amigo de correrías, de quien pensé después me hubiera prestado una óptima colaboración, yacía entrelazado con una negra gigante luego de su tercera o quizá cuarta faena de inspirada e inverosímil plenitud.

El desenlace de este doloroso episodio sólo tuve fuerzas para precisarlo el 15 de septiembre de 2000 dejando la siguiente constancia manuscrita: “NOTA DEL AUTOR: el cuaderno que contenía la poesía en prosa o prosa poética de después del 15 de junio de 1984 hasta poco antes de la Semana Santa de 1994, desapareció, junto con el salario oficial y otras menudas pertenencias, por arte de atraco en plena víspera de crucifixión, al calor de inagotables escoceses en notable amanecida putañera”.

De este ejercicio literario que emprendí en 1980, conservo el material precedente y lo escrito a partir del 25 de junio de 1994. Publicaré algunos apartes en este blog tal como reposan transcritos en otro cuaderno cuya última anotación aparece fechada en Guarne-Antioquia el miércoles 18 de febrero de 2004. Del ímpetu de aquellos diez años de literatura perdidos no fue mucho lo que logré recuperar durante los siguientes diez años, sobreponiéndome difícilmente a su (ahora lo pienso) tal vez beneficiosa partida. Entre tanto, proyectos de otro orden, superando sus propias dificultades, han logrado salir avante. Todavía me ronda eso sí la misma inquietante pregunta: ¿subsistirá ese viejo cuaderno de apuntes cargado de vicisitudes, maldades, venganzas e infortunios? A lo mejor cualquier día, por esas vueltas irónicas del destino, vuelve a su redil…

Esta prosa poética (o digamos prosa, a secas, para evitar los tintes pretenciosos) se etiquetará en: Literatura, intercalada con otros aspectos del blog.

FBA

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