domingo, 22 de enero de 2012

NO SÉ QUÉ TIENE ENERO que la nostalgia aflora. Y en la casa paterna la angustia se complica. Fotos. Cuartos vacíos. Miradas lejanas. Rumores. Sobre todo fotos: de todas las edades. Por ahí aparezco, por fortuna en pocas. La nostalgia de enero se encarga de observarnos, nos lleva de la mano por trechos implacables. Traspatio, jardines, salones de antiguas francachelas. Las fotos de la muerte reclaman sus lugares, la familia se extingue pero igual se duplica. La vida es una constante podredumbre.

Silencios de todas las marcas van causando estragos, nostalgia en crisis rememora absolutos. No sé qué tiene enero que en su extraviada brisa me transporta al destierro. Sí sé qué tiene en cambio la noche que acostumbro, este sol solitario que mastico en hamaca, el cuerpo del vencido renovando la fútil primavera. Sé que en alguna parte de esta hermética casa descansa lo que invento, árboles melodiosos que sigo frecuentando, verso de mi padre en estado de alerta, sonrisa de mamá, fragor de mis hermanas, la tierra tiene alma y el alma desafueros.

No sé qué tiene enero que una nostalgia triste se transforma en olvido.



FBA – Derechos Reservados

domingo, 1 de enero de 2012

AÑO NUEVO CON CURRUTACO A BORDO

Antes de acabarse el 2011 escribí acerca de esos personajes cretinos e indeseables que se topa uno tantas, muchas veces en la vida. Por supuesto, el acto creador estuvo acompañado de imágenes de algunos de ellos sin que el apasionamiento vengativo desdibujara el propósito artístico. Lo que no pensé fue verme viviendo los primeros minutos del 2012 tan cerca de uno, de un currutaco cuya pedantería disparó varios de sus cancerígenos misiles contra mi pobre humanidad. Resistí como siempre, con el ancestro sinuano pegado a la glotis. Pero terminé callando por respeto a consanguíneas luces. Hice mutis de inmediato, y marché con mi inseparable guerrera a recorrer las calles de la primera melancolía del nuevo año, buscando ese aire perdido de la niñez, la, a veces, necesaria flor de la alegría. ¡Qué daño tan terrible le hacen estos sujetos al corazón del Homo sapiens! Por fortuna, porto maldades antropológicas que me sirven para contrarrestar las debilidades propias de los espíritus sensibles. Y fue así como logré mantenerme a salvo.

Todos los días son buenos para volver a empezar (recomendación bíblica recibida doce horas antes de parte de un amigo musical). Ahora que lo pienso mejor, presentía, al escribir, la inevitable verdad del parentesco, ataviada con similares vestiduras. Currutacos hay también hasta en las mejores familias. Me resistía a hacerme partícipe de reuniones inefables, a correr el riesgo de exponerme a dardos enfermizos. Para no ir más lejos, basta con agregar –siguiendo el buen consejo del amigo trovador– que todos los días son buenos para volver a llorar. Y algo de eso, doce horas después, es lo que hago, al enterrar un afecto más en el alumbramiento de las primeras brisas de enero.

A lo mejor, de currutacos todos tenemos un poco. Sin moralismos de baratura, debo reconocerme, entonces, maravillado ante semejante e inmerecida ventura. Pero lo escrito, escrito está. Y escrito queda.

CURRUTACOS
Afeites y ternezas
Egos defectuosos
Observa el muladar
Las grandes idioteces
De pequeñas bestias
Que en vano
Fraternizan
Currutacos felices
No se atrevan a
Meterse más con
Mis miserias
No respondo de la
Bondad que pueda
Prodigarles
Currutacos histriónicos
Pavisosos, desafiantes
Abundancia engreída
Que lastima
Los sueños


FBA