jueves, 19 de noviembre de 2009


LA NOCHE DEL EXILIO
(cuento; autor: fba)


para Orlando Alarcón, por los viejos sueños…

“Es la ira,
Mi desbocada ira
Que viene blandiendo sus espadas”
JUAN MANUEL ROCA

Tenían un mes de estar viviendo forzosamente en Bogotá cuando Orlando le comentó que su novia llegaría esa tarde procedente de Montería. Es una práctica de campo, le dijo emocionado, se hospedarán en el hotelito de La Séptima. Jorge recordó de inmediato muchas de sus peripecias en aquel hotel durante las jornadas de negociación sindical. En medio de un frío excesivo, con los labios destrozados y casi siempre sin plata, no lograba nunca conciliar el sueño. Al menos la sede del sindicato bancario en Teusaquillo contaba con mejores condiciones, así le tocara bañarse en agua fría y dormir en una buhardilla repleta de camarotes para asiduos u ocasionales visitantes. Gracias a un camarada del Comité Ejecutivo tenían acceso a ella a un costo simbólico de mil pesos por noche. Estaba de paso en la capital a la espera de, prácticamente, nada y no importaba cumplir con la regla de llegar, como muy tarde, a las ocho de la noche so pena de quedarse en la calle. Jorge oyó a su amigo de andanzas políticas, quien le insistía en que lo acompañara esa noche a una discoteca de Chapinero para tratar de finiquitar las cosas con su incipiente novia universitaria. Reparó, sin embargo, en las prácticas de campo de la universidad que, con Orlando y otros compañeros del movimiento estudiantil, defendían vehementemente cada que los reformadores curriculares amenazaban con extinguirlas. En realidad, era un asunto más de historia política que de rigor académico. En todo caso, mientras pensaba en ello le dijo que sí a su inseparable amigo.

El mediodía capitalino lucía relativamente espléndido y a las dos de la tarde, ya con dinero en el bolsillo, las cosas serían distintas. Por lo menos eso les garantizó José Luis, dirigente estudiantil ducho en juventudes comunistas y revolucionarias pero igualmente experto -como había logrado comprobarlo Jorge personalmente en cuestión de pocos días- en sacar partido de las situaciones difíciles, obteniendo beneficios económicos de organizaciones sindicales y no gubernamentales por concepto de solidaridad. José Luis, por supuesto, agravaba el asunto y en caso de ser necesario lo inventaba. Y en efecto, a las tres de la tarde salieron de la ONG de turno cada uno con doscientos mil pesos en su haber. Jorge no supo disimular la incomodidad de aquel momento, conocido por su postura radical al respecto contra todo tipo de corrupción en la izquierda, pues sólo así sería posible -argumentaba enérgico- un auténtico escenario de cambio que garantizara un mejor futuro para la tan desvaída patria colombiana.

Pero la tarde de ese viernes santafereño no era apta para soñar sino para vivir, y en un abrir y cerrar de ojos se encontró sentado en una taberna cualquiera ingiriendo la primera cerveza como abreboca de lo que sería aquella noche inolvidable. La incertidumbre apenas comenzaba. Empezaba a oscurecer cuando José Luis tomó el portante mientras Orlando hizo lo propio tras la fémina practicante. Jorge alcanzó a escuchar, en medio de su ensimismamiento, la voz distante de Orlando instándolo a no quedarle mal. Entre tanto, bebió el último sorbo de la décima cerveza y se dispuso a buscar donde comer sin cuestionarse a qué obedecía la insistencia de su amigo. Caminando por La Caracas pensó un poco la cosa respondiéndose, como siempre, de manera inútil y desesperada.

Agobiado por un vacío sin historia acababa de cenar cuando, saliendo del restaurante, vio venir en dirección al mismo a Miguel Lora, más conocido como Happy Lora, pugilista sinuano de grata recordación por sus glorias deportivas y gracias personales. Saludó al Happy con una alegría grande, coadyuvada por la tranquilidad de encontrarse a alguien de su mundo, algo familiar y auténtico en aquel páramo de hipocresías y perfidias. Extrañado de verlo entrar al mismo restaurante, pensó entonces en los rumores que se tejían sobre la suerte del ex campeón, rumores acerca de sus fracasos económicos, vida disipada y demás. Raro verlo tan gordo aunque con la misma sonrisa y de trato jovial como ninguno. Se decía también que el ex boxeador cantaba vallenatos y de eso vivía en Bogotá. En fin, Jorge prefirió quedarse con la imagen positiva del personaje, no sin dolerse un poco de que hasta en un tipo educado como el Happy Lora la fama causara tan lamentables estragos. Cosa, por demás, comprensible en un medio de tanta manipulación mediática como el colombiano. Verdades o mentiras, Jorge no era amigo de juzgar a nadie. Imperdonable le parecía sí el descuido de la disciplina deportiva después de dejar atrás los cuadriláteros. Con idéntico criterio -se dijo mentalmente mientras caminaba ya rumbo a la cita-, sería posible abandonar la ética una vez ésta lograra posicionarse durante una coyuntura. Pero la vida, claro está, trae también su sarta de contradicciones y necesidades, y en eso él no era la excepción.

Al acercarse a la discoteca sintió que el vacío de la tarde se ensanchaba abriéndose paso a trompicones. Algo dentro de él se resistía a morir tan fácilmente. Algo dentro de él insistía en luchar contra la reciente adversidad. Recordó entonces a la novia de Orlando y la insistencia de su amigo se despejó en el acto. Se trataba de una muchacha de extracción pueblerina, sin experiencia citadina y notablemente silenciosa, y Orlando, dedicado más a los libros que a los subterfugios del amor, no se quedaba nada atrás. Era comprensible que la experiencia del amigo le serviría, como mínimo, para romper el hielo. Sólo que Jorge no estaba esa noche para ser usado como punzón. Lejano como se encontraba, se vio a sí mismo acusado años atrás por su hermana mayor de ser demasiado circunspecto. Ese recuerdo lo perseguía aun en momentos de sumo activismo en la universidad. La velada no podía, por tanto, resultar más desoladora: tres sonámbulos en silencio sepulcral con fondo musical de Rikarena. La llegada de José Luis, acompañado de una amiga que se presentó con el nombre de Verónica, sonó como campana salvadora, despertándolos de semejante letargo nocturnal.

Iban a ser las diez de la noche cuando Verónica se acordó de la tertulia con los compañeros de la Juco. Jorge, invitado a la función, se despidió de Orlando pensando en que tal vez era ése el real objetivo: dejarlo a solas con su novia inefable. La compañía inicial para no levantar sospechas y después zas, es toda tuya. Aunque ese toda tuya parecía francamente imposible y hasta cercano a lo aberrante. Se imaginó el cuadro mientras salía con José Luis y la amiga hacia otras longitudes de aquella extraña urbe. Una risa incrédula mostró levemente sus fauces. Tomaron un taxi rumbo al centro de la ciudad, pasaron por la sede del Semanario Voz la cual lucía el vestigio del último atentado dinamitero y, cinco mil pesos más abajo, llegaron al sitio del encuentro cultural.

El escenario se mostraba abiertamente patético. Un poeta de barba corrida era el centro de todas las miradas. Los tertulianos, sentados en el piso en forma de círculo, oían embelesados al enorme bardo a la par que un tema de Silvio Rodríguez Domínguez se escuchaba en lontananza. Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad, cantaba el trovador de San Antonio de Los Baños. Alguien pidió bajar todo el volumen para oír mejor al poeta y, de paso, no perturbar el vuelo de sus palabras. Jorge no se explicaba por qué tanta alharaca, saludó con un gesto de la mano para no interrumpir y se sentó donde le abrieron campo. Verónica quedó a su lado. El engolamiento de aquel poeta no tardaría en provocar la respuesta de la ironía, la oculta ironía de un famoso personaje sabatiano. Diez néctares después la situación empeoraba a medida que los versos se hacían más sonoros y continuos entre aplausos, poses, ademanes y estereotipos de insoportable vanidad. A medianoche Jorge no aguantó más y disparó. Como en el poema del sucreño Ignacio Verbel, con sujetos como ésos era preferible desarmar la fiesta.

Verónica lo salvó del linchamiento tomándolo por el brazo y sacándolo rápidamente de aquel ateneo libertario. Quién dijo que para ser poeta había que tener pinta de poeta o teatralizar tanto. Para él, esa joda le hacía mucho daño a la poesía, la cual no dejaría de tener su propio sinsentido en caso de triunfar una revolución. Mayakovsky y el futurismo eran, sin duda, un buen ejemplo en el contexto de la extinta URSS. Además, para militar en un proyecto político de izquierda no era necesaria tanta solidaridad empalagosa. Al diablo con las fraternidades melcochudas. Jorge seguía repartiendo tiros en la calle cuando Verónica le confesó su satisfacción por lo ocurrido: no sabes el favor que nos hiciste, ya estábamos hartos de este mamarracho. Jorge sintió en tan inesperadas palabras la voz de Dios dándole por primera gran vez en su vida la razón.

La última parada de la noche sería en el apartamento de un primo de José Luis en el histórico sector de La Candelaria. Mientras subían por las escaleras de un moderno edificio sin ascensor Jorge reparó, peldaños arriba, a sus dos anfitriones. Verónica lucía una juventud de treinta años, de difícil acceso pero de aliento infalible; José Luis, por su parte, vestía una máscara tramposa detrás de la cual ocultaba un apetito lúdico incontrolable. Una máscara apta para maquinar políticamente pero fácil de adivinar, difícil de digerir. A prima noche, al irse de la taberna había comprado en una tienda deportiva, con plata de la ONG, el juego de dardos finos que lo tenía alelado. Qué bien, la solidaridad al servicio de la fantasía supuso Jorge al oír el cuento. Otro más de sus juguetes, eso era la política para José Luis.

Entrar al apartamento fue casi una odisea. Dos San Bernardo ladraban desde dentro y al ver a Jorge se atravesaron en la puerta impidiendo el paso. Apartados por el primo Andrés logró ubicarse, de pie, en un costado de la pequeña sala de un típico apartamento de estudiantes. Sin sillas, sin mesas, sin nada. Solo dos cuartos estrechos, un baño común y colchones por el suelo. Así que lo que Jorge se había imaginado plácidamente como la posibilidad de pernoctar en un buen sitio, era otra de las quimeras de esa noche interminable. La incertidumbre continuaba y, con ella, un pandemonio de impensadas flores hacía su arribo. El primo Andrés, en paños menores, se apresuró risueño a festejar la interrupción, y dándoles a todos la bienvenida se retiró, veloz y picarón, a culminar la faena erótica pendiente. Mientras tanto, un individuo de aspecto brillante, sentado en el piso de la sala, saludó a los recién llegados con trago de aguardiente por persona. Un nítido olor a marihuana se sumó a la fiesta y Jorge dejó de sentirse como en su casa. Simple precaución, pues viniendo de donde venía no podía conducirse de otro modo. No sabía en ese entonces que aquello era tan normal en Bogotá como morir por arte de plomo en cualquier parte del país.

Hora y cuarto después, Andrés y Juan Manuel se integraron, colmados de amor, a la reunión. La hierba pasaba de mano en mano y una canción sin música pidió permiso para fumar. Jorge, desganado, sabía que no habría licor alguno que lo emborrachara esa noche. Y como trabarse no era lo suyo, optó por nutrir un poco la conversación. En vano. El palo no estaba ya para cucharas. Palmo a palmo fue fingiendo el sueño hasta que José Luis le ofreció un colchón del otro cuarto para reposar. Con la puerta entreabierta seguía oyendo las risas y babosadas de aquellos parlanchines en volandas cuando, de un momento a otro, se escuchó un silencio atronador. Podían ser las cuatro de la mañana. Eso imaginó y sintió ganas de orinar. Se levantó y al acercarse a la puerta vio a los canes gigantes esperándolo tras ella. Se asomó sutilmente percatándose de que no había rastro de los otros habitantes y no le quedó más remedio que volver al colchón a esperar el amanecer.

Con las primeras luces salió del dormitorio en puntas de pie y pasó en cámara lenta, con un San Bernardo a cada lado, por el cuarto vecino donde Andrés y Juan Manuel dormían abrazados. Tuvo que zigzaguear en la sala para no pisar el cuerpo sin brillo del desconocido y no dañar el beso dormido de José Luis y Verónica envueltos en una eternidad creíble. Con el par de escoltas atentos y recelosos llegó como pudo hasta la puerta principal. Sabía de la benevolencia y dignidad de esos perros legendarios pero la prudencia ordenaba no confiar. Famosos también por su olfato desarrollado se decía que eran poseedores de un sexto sentido frente a la inminencia del peligro. Jorge se percibió a sí mismo con un olor de los mil diablos. Salió y cerró suavemente para no correr el riesgo de despertar a los vencidos, quería huir de aquel lugar y, al saberse afuera, un suspiro de alivio se acomodó en su rostro. Por la avenida diecinueve subió hasta la carrera séptima, dobló hacia la derecha y a la altura de la calle veinte pasó por el hotel donde aspiraba Orlando a amanecer retozando por un amor tan inconcebible como incierto. La Montería de sus años de infancia le vino a la memoria, la que, pese a la violencia selectiva de los últimos tiempos, seguía firme en el recuerdo. Aquella de las tardes apacibles en las terrazas, la de las primeras ráfagas del desconcierto, los amores imposibles y las manos posibles, la del sempiterno robo del erario, la del río Sinú antes de ser fracturado por el progreso.

Corría el año de 1997 y su noche del exilio había terminado. Pero las del aparatoso vivir apenas comenzaban.


FBA – DERECHOS RESERVADOS




lunes, 9 de noviembre de 2009


ENÁN BURGOS ARANGO, nacido en Montería (Córdoba-Colombia), es un artista cuya creación se proyecta por diversos caminos del arte: pintura, poesía y teatro. Realizó sus estudios artísticos en Bogotá, Barcelona, Mónaco, Montreal y París. Vive y trabaja en Montpellier-Francia. El poema BARCELONA PAN Y VINO aparece firmado por su autor en Barcelona, calle Santa María No. 6, el 15 de junio de 1981. El poema (en palabras de su autor) se mueve entre lo íntimo y lo real pasando por el amor y la historia, sin olvidar los laberintos ontológicos. Será leído por él el 13 de noviembre de 2009 en la ciudad de Pèzenas (Francia), durante recital que hará en la sede de la casa editorial Domens, con ocasión del lanzamiento de su libro "La ira del sol". Enán Burgos Arango tuvo la amabilidad de facilitarnos esta hermosa y conmovedora pieza poética, autorizando su publicación en “Esconces y Destiempos”. El dibujo que precede es también de su autoría. Por supuesto, todos los derechos se encuentran Reservados.

FBA

He aquí el poema (en español y en francés), a partir de su dedicatoria:

A mis padres, Enán y Amparo,
unidos eternamente en el amor…

BARCELONA PAN Y VINO


Puerto de la fermentación contemporánea,
ciudad sin rostro
que le da la espalda al mar.
rambla abajo,
contra el muelle,
en el sitio de las golondrinas,
sobre las aguas enfermas
cruje anclada la réplica de la Pinta.
Escucho el resuello de la mareta contra su popa,
pringado de nostalgia miro lejos
buscando su estela,
guiado por el índice de la estatua de Colón.

CLANDESTINO

Latente ser que espera
un recuerdo para navegar…
Navío que lo lleva lejos
a pesar del oleaje inerte.
En su fondo de marea negra murmura la oscuridad.
Videncia que no asume horizontes,
torpeza de la resaca y su espuma,
sin embargo gaviotas vuelan
desdichadas se posan sobre mástiles.
Entra la noche,
empezó la movida.

CREPUSCULO

La ancolía de las horas muertas florece en el corazón.
Mundo gris de las fachadas
cloacas para abrazar la pobreza.
Barrio Gótico:
callejuelas oscurecidas,
bóvedas despiden suspiros.
¿Quién pudiera,
ante esa luz artificial tan exacta,
preservar tu antigua magia?

MULTITUD

Siluetas transitan
salen del metro,
van por las Ramblas muy engalanadas.
Gorjeantes pájaros
fulgor de carteles y flores,
huellas de mis padres extinguidas.
¿Qué monumento es ése?
Corte inglés.
La frialdad de las vitrinas encendidas,
escalera eléctrica que te conduce
a un cielo de acero;
todas la estrellas son allí números.
Ahora tardan ante espejos.
Aquellas palomas erguidas en su techo
blanquean el suelo y lo decoran.
La negrura en tu pecho.

SILENCIO

En la ciudad catalana se habla una lengua de campanas,
ayer silenciada,
hoy exhumada,
mañana libre, cantará en todas partes.
En la Plaza de Catalunya se oye un quejido,
el eco de los gritos de los fusilados en Montjuïc.
Lengua en otro tiempo fértil
cortada por la espada del franquismo;
en la comisura de los labios de los abuelos
hay residuos de amargura,
al interior de sus bocas
la cólera anilla el gaznate.
Cuerpos y mentes donde sangrarán siempre
las huellas de la tortura.

MJY

Sus intenciones secretas
ser amada por su hada,
gaviota ángel que la recibe en sus brazos
y cuando la besa despliega las alas.
Vuela lenta la dulzura…
Sobre la piel se abren las flores anheladas
y el corazón vive una paz suprema.
Amor durante tantas noches celebrado,
su cuerpo en llamas
deja entonces de ser pecado.

AQUELLA BELLA INFANCIA

Rememorada en una buhardilla…
Por el tragaluz entra el jolgorio de la fiesta,
se ve también la nave de la iglesia gótica,
Santa María del Mar.
Noche de la memoria,
ante ti, el muro de ese silencio de piedras…
En las horas últimas se oyen los trinos
de un cante jondo,
destinado al corazón de las putas del barrio de la Ribera.
Al canto suceden suspiros y a los suspiros risas.
Madruga la primavera y yo en
mis versos…
buque encallado, hablando de olas,
contra aquel acantilado donde naufragó la infancia.

CONQUISTA

Maleta pesada
con una máquina de escribir adentro.
Búsqueda de un techo…
¡Eres americano, lo siento eh!
Ira contenida.
Vivo en un mundo digno de ser destruido.
La anarquía en mi alma,
el desconsuelo en el pecho…
y el gentío,
una marea humana venida del mundo entero,
almidonados,
la indiferencia reluciente en sus ropas nuevas,
sus pasos resuenan como el redoblar de un tambor sollozando un genocidio olvidado.

ROSTROS VIEJOS

Poco afables,
muy apurados,
que te empujan por las aceras;
si un día mueren
no tendrán alma para lo inefable.

ANDANZAS NOCTURNAS

Por las ramblas sin destino,
vagabundaje lento
dudando de todo…
Un maremoto inhumano de donde viene un siroco que te va arrastrando
la soledad acuchillada por el tumulto y el calor incesante del verano.
¡Oh, la frescura!
Remanente de ciertas nieves…
De vuelta a la buhardilla
escribo,
escribo
hasta el alba.

CARRER DE LAFORJA

Busco el hotel donde los padres fueron amantes.
¿Qué sabes tú de ellos?
Nada.
Fue cerrado,
ahora es una óptica.
Aunque ya no exista,
sigiloso en medio de la calle,
oigo aún sus gemidos amorosos;
caricias y besos llenos de olas
amanecer de dos cuerpos viviendo un sueño sin brida.
Ante la cama,
impúdico espejo,
la desnudez existe.
Me coge el día de pie,
ave inmóvil sobre la pureza del rocío.

DUERMO HASTA MUY TARDE

Pesadilla,
grita en mí el desterrado.
Bocabajo, sueño con Janine…
Más tarde iré al mercado Sant Josep,
el más colorido y jocoso del mundo;
allí, en las boquerías, se come muy barato.
Compraré algunas cerezas
dulces como los mangos,
beberé en una taberna dos o tres vinos;
ya borracho
hablaré de la transparencia del asfalto
y de la opacidad del río Sinú.
Entrado en delirios,
se abrirán los pétalos
del silencio en la página.

ADIOS GAUDI

Adéu Parc Güell,
adéu Sagrada Familia,
adéu Casa Milà,
adéu Avinguda del Tibidabo,
adéu Paseo de Gracia,
adéu, adéu…
La naturaleza es perfecta,
el arte debe ser mejor.
Fuente de Canaletes, bebí de tu agua…
Antes de subir al tren
palomas vienen a mis pies, las alimento
con las pocas migajas que me quedan.
La maleta con la máquina de escribir,
extenuado de cargarla
la dejo tirada en una esquina como recuerdo;
descansando de ella
prosigo mi camino hacia Francia.
El tren se va lentamente por los rieles
de aquellos túneles tan húmedos,
que contienen mis pérdidas.
Miro el óxido de los cables eléctricos,
mi rostro comienza a palidecer,
a cada chirrido tiemblo,
la vibración me roe los huesos,
miedo de ser rechazado…
El cielo azul me recibe en su regazo,
cesan los túneles.

BARCELONE PAIN ET VIN

port de la fermentation contemporaine,
ville sans visage
qui tourne le dos à la mer.
en bas de la Rambla,
contre le quai,
là où nichent les hirondelles,
sur les eaux malades
craquelle la réplique ancrée de La Pinta.
Le remous contre sa poupe pleure aussi,
éclaboussé par la nostalgie
je regarde loin
en cherchant son sillage,
guidé par l’index de la statue de Colomb.

CLANDESTIN

Latence de l’être qui attend
un souvenir pour naviguer…
Malgré la houle inerte,
vaisseau qui l’emporte loin.
Dans son fond de marée noire, murmure l’obscurité,
voyance qui n'assume pas l’horizon,
torpeur du ressac et de son écume,
cependant des mouettes volent et,
malheureuses, se posent sur des mâts.
Entre la nuit,
la mue a commencé.

CREPUSCULE

L'ancolie des heures mortes fleurit dans le coeur.
Monde gris des façades
de cloaques pour embrasser la misère.
Quartier Gothique :
ruelles obscurcies,
voûtes exhalant des soupirs…
Qui pouvait,
devant cette artificielle lumière si exacte,
préserver ton antique magie ?

MULTITUDE

Des silhouettes passent,
sortent du métro,
vont par les ramblas très parées.
Gazouillants oiseaux
éclats d’enseignes et de fleurs,
les traces de mes parents ont disparu.
C’est quoi ce monument ?
Corte Ingles.
La froideur de ses vitrines allumées,
l'escalier électrique qui te conduit à un ciel d’acier ;
là, toutes les étoiles sont des numéros.
Maintenant elles tardent devant les miroirs.
Ces pigeons perchés sur son toit
blanchissent le sol et le décorent.
La noirceur dans ta poitrine.

SILENCE

Dans la ville catalane on parle une langue de cloches,
hier étouffée,
aujourd’hui exhumée,
demain libre, elle chantera partout .
Plaza de Catalunya, on entend un gémissement,
l'écho des cris des fusillés de Montjuïc.
Langue jadis fertile tranchée par l'épée du franquismo.
Sur la commissure des lèvres des anciens
le résidu de l’amertume s’accumule,
à l'intérieur de leur bouche la colère noue la gorge ;
corps et esprits où saigneront toujours les traces de la torture.

MJY

Ses intentions secrètes
être aimé de sa fée,
l’ange mouette qui le reçoit dans ses bras
et l'embrasse en déployant ses ailes.
Lentement la douceur s’envole…
Sur la peau les fleurs du désir sont ouvertes,
le coeur vit dans une paix suprême.
L'amour durant tant de nuits célébré,
son corps en flammes
cesse alors d'être un péché.

CETTE BELLE ENFANCE

Remémorée dans une mansarde…
Par la lucarne entre le vacarme de la fête,
on voit aussi la nef de l'église gothique,
Santa Maria del Mar.
Nuit de la mémoire, face à toi, le mur de ce silence de pierres…
Retentissent à l’aube les trilles d’un Cante jondo
destiné au coeur des putes du quartier de la Ribera.
Au chant, succèdent des soupirs et aux soupirs, les rires.
Le printemps se lève de bonne heure et moi,
plongé dans mes poèmes…
Bateau échoué parlant des vagues
contre cette falaise où l'enfance a sombré.

CONQUÊTE

Valise très lourde,
dedans, une machine à écrire.
Recherche d'un toit…
Tu es américain, je suis désolé !
Colère contenue.
Je vis dans un monde qui mérite d’être détruit.
L'anarchie envahit mon âme,
l’affliction dans ma poitrine…
il y a grande foule,
une marée humaine venue du monde entier,
empesée,
l'indifférence luit dans leurs nouveaux habits,
leurs pas résonnent comme le roulement d’un tambour
qui sanglote sur un génocide oublié.

VIEUX VISAGES

Peu affables,
très épurés,
qui te poussent sur le trottoir ;
si un jour ils meurent,
ils n'auront pas d'âme pour l'ineffable.

PROMMENADES NOCTURNES

Par les ramblas sans destin,
vagabondage lent
doutant de tout...
Un tsunami inhumain et son sirocco qui te traîne,
la solitude poignardée par le tumulte
et la chaleur incessante de l’été.
Oh, la fraîcheur !
Rémanence de certaines neiges…
Retour à la mansarde
écrire,
écrire
jusqu’à l'aube…

CARRER DE LAFORJA

Je cherche l'hôtel où mes parents se sont tant aimés.
Que sais-tu d’eux ?
Rien.
Il a été fermé,
maintenant c'est un magasin d’optique.
Bien qu'il ait disparu,
discret et au milieu de la rue,
j'écoute encore leur gémissant amour ;
caresses et baisers pleins de vagues
aube de deux corps vivant un rêve sans bride.
Devant le lit,
miroir impudique,
la nudité existe.
Le jour me surprend debout,
oiseau immobile sur la pureté de la rosée.

JE DORS JUSQU'À TRÈS TARD

Cauchemar,
hurle en moi l’exilé.
A plat ventre je rêve de Janine…
Plus tard j'irai au marché de Sant Josep,
le plus coloré et animé du monde ;
là, dans les boquerías, on peut manger pas cher.
J'achèterai quelques cerises sucrées comme les mangues,
je boirai dans une taverne deux ou trois verres ;
déjà ivre, je parlerai de la transparence de l’asphalte
et de l’opacité du fleuve Sinú.
En plein délire,
les pétales du silence
s’ouvriront sur la page.

ADIEU A GAUDI

Adéu Parc Güell,
adéu Sagrada Familia,
adéu Casa Milà,
adéu Avinguda del Tibidabo,
adéu Paseo de Gracia,
adéu, adéu…
La nature est parfaite,
l'art doit faire mieux.
Fontaine de Canaletes, j’ai bu de ton eau…
Avant de monter dans le train,
des colombes viennent à mes pieds,
je les nourris avec le peu de miettes qui me restent.
La valise avec la machine à écrire, fatigué de la porter,
je l’ai laissée comme souvenir dans un coin de rue;
débarrassé d’elle, je poursuis mon chemin vers la France.
Le train part lentement sur les rails de ces tunnels si humides,
qui renferment ma perte.
Je regarde les câbles électriques oxidés,
mon visage commence à pâlir,
à chaque grincement je tremble,
la vibration ronge mes os,
la peur d’être refoulé...
Le ciel bleu me reçoit dans son giron, fin des tunnels.