martes, 1 de diciembre de 2015

A PROPÓSITO DE LA GRAN NOTICIA MUSICAL VALLENATA DE HOY (el vallenato tradicional declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad), me había propuesto no meterme más en estos enredos, pero… ¡ni modo! Me tocó de nuevo.

Ya el amigo y maestro Joaquín Rodríguez Martínez (sin mi venia; no importa, él sabe lo que hace) me echó al agua. Así que a nadar se dijo. Qué tal la osadía y la desfachatez de algunos artistas vallenatos (jóvenes, sobre todo, que gozan hoy día de reconocimiento), al ser entrevistados en los noticieros del mediodía; oírlos hablar de la universalización e inmortalidad del vallenato como si lo obtenido los reflejara, hace que la indignación se reviente con ganas de quién sabe qué endemoniadas cosas proferir. ¿Acaso no saben que la URGENTE PROTECCIÓN que requiere la música vallenata es precisamente contra lo que ellos representan? Tanto llantico pendejo, tanto brinquito fanfarrón…

La lucha titánica de los amigos vallenatos que estuvieron detrás de todo esto por supuesto que merece todo mi respeto y apoyo. Conocí de cerca ese proceso y sé del amor y de la preocupación que sienten por su bella música. Pero otra cosa son los que quieren figurar ahora como sus grandes defensores cuando no hacen más que profundizar, día tras día, la patología que la aqueja. Basta recordar la presentación de Silvestre Dangond hace unos días en el Reinado de Cartagena para saber que ahí hubo de todo, menos de vallenato. Un buen show, sí, pero no fue para nada una muestra representativa de la música de la que “orgullosamente” procede. Y así por el estilo es todo lo demás.

El 7 de septiembre de 2015 publiqué, en Facebook, mi comentario a un “estado” de Adrián Villamizar, a propósito del probable reconocimiento o declaratoria (en noviembre de 2015, vía UNESCO) del "vallenato tradicional" como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Decía Adrián Villamizar que "desde septiembre se siente que llega noviembre y ante las campanas que anuncian la aurora del vallenato inmortal, me cogen de pañito para brillar los escudos que van a exhibir cuando vengan a sacar las fotos. Sonrían... ese día espero estar filmando, grabando o editando imágenes de Diego Sarmiento de 95 años, quien le tocó acordeón a un muy anciano Francisco El Hombre y recuerda con claridad varios de sus cantos".

Mi comentario en ese momento fue el siguiente (extracto): “Confieso que esta noticia me llena de sentimientos encontrados. Por un lado, deseo con toda mi alma sinuana que esa lucha de Adrián (y de Lolila Acosta y de Ernesto McCausland, entre los ya ausentes; y también de nosotros Joaco y Edgar, que estuvimos discutiendo el PES en Valledupar por invitación de nuestro amigo bohemio, y hasta de Esconces y Destiempos donde publiqué hasta el cansancio crítica tras crítica) fructifique; pero, por el otro, me aterra pensar en el uso y abuso que los oportunistas y mediocres de siempre, de manera descontextualizada (olvidando por qué tuvo que viajar el vallenato tan lejos en pos de salvaguardia), van a querer hacer de eso. Ya me los imagino diciendo: ‘YA SOMOS PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD’... Es más, meses atrás leí por este mismo medio, comentarios de figuras públicas del vallenato -que gravitan sobre todo en la farándula bogotana- sacando pecho por lo que se avecinaba. Y yo, entre alegría y tristeza preferiré, en noviembre, acordarme mejor de esos viejitos que Adrián busca, rebusca y entrevista, y no de esa porquería ridícula y monotemática que hoy día nos muestran por todos lados como ‘vallenato’… Lamento, en todo caso (y ya lo había dicho antes), que la idea original haya terminado un tanto desvirtuada, en función de lo que denominan ‘vallenato tradicional’. Un límite que, sin duda, va en contra de quienes pensamos también en el vallenato del futuro, en esa inmortalidad que Adrián persigue para la música que lo trasnocha y que yo presiento hay que proyectarla hacia otro universo textual y poético todavía sin ‘explotar’. El problema, pues, no es a quién se le dará el mérito (todos sabemos que esto tiene alas inconfundibles, y que el asunto en las manos y en el corazón de Adrián Pablo caminará por el sendero correcto); el problema es más bien qué va a pasar con tan importante reconocimiento. ¿No será que -conociendo como conocemos todo lo que se cocina entre fabricantes y traficantes de canciones desechables- se consigue el efecto contrario? En otras palabras, darle al vallenato (al confuso y descompuesto que mostrarán como victorioso una vez salga la noticia en los medios) un empujón de tal magnitud podría conducirnos a peores expresiones... Esperemos que no. Por eso, queridos amigos, beberé en noviembre por la salud del vallenato, pero sin olvidar que a partir de ahí (o desde ya si se puede) hay que emprender una jornada educativa de largo vuelo que ponga la verdad de las cosas por encima de los egos geográficos”.

Eso escribí en septiembre. Y hoy, primer día del tan esperado mes de diciembre, y a pocos días de que empiece el Festival Nacional de Compositores de San Juan del Cesar -que se presenta precisamente este año como el Festival de la Salvaguardia de la Composición Vallenata, con Adrián Villamizar al frente de su Comité Cultural-, se confirma la declaratoria anunciada. No puedo, por ser martes laboral, cumplir la libación prometida, pero del viernes no pasa.

Sin embargo, no todo es alegría. Lo que me temía se hace hoy también penosa realidad. Los culpables de la crisis sacando pecho por lo de la declaratoria; quienes no lo graban y se benefician de su distorsión y exterminio, quienes son su máxima amenaza, mostrándose ahora alegres por lo que denominan "galardón"... ¡Ahora sí que se terminó de joder la cosa! Esperemos que los verdaderos protagonistas de este logro, aclaren y precisen prontamente el real alcance de esta noticia, pues, de lo contrario, lo positivo de este cuento se va a convertir en un elemento más de los tantos que pusieron al vallenato a viajar hasta la UNESCO en pos de salvaguardia. ¡Qué tal que el remedio resulte peor que la enfermedad!

Señores de los medios: no es la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata la que debe ser entrevistada, mucho menos los viejos intérpretes que, por conveniencias de mercado, se fueron olvidando del “vallenato tradicional” (para no hablar de los nuevos, mayormente implicados en la debacle existente). El gran artífice de este hecho (de muchos años de investigación, de cantos, de festivales, de caminos, de dolores y de luchas) es el médico y cantautor Adrián Pablo Villamizar Zapata. Y también, por supuesto, la COFRADÍA musical que lo aprecia y secunda en cada nueva locura que se propone. ¡Pero sí!, lo que hay que hacer es lo que aconseja Adrián: ¡SONREÍR! Sin duda, el Ángel Bohemio sabía muy bien lo que se vendría encima. Curioso que haya sido un argentino (¡como lo oyen!, natural de Buenos Aires) el baluarte, el paladín de semejante propósito. Argentino, pero también colombiano, caribeño, guajiro, sanjuanero, vallenato, currambero, sabanero y hasta sinuano. A este compadre le cabe toda la buena música del mundo en su guitarra.

Hay que preguntarse ahora por la salud de la gran madre musical: LA CUMBIA. Y por el porro, otro de sus maravillosos hijos.

¡Felicidades, Adrián Pablo Villamizar Zapata! Misión cumplida, aunque la tarea (dura e ingrata) apenas empieza.

Esperemos de verdad que la Música Vallenata rectifique comercialmente su rumbo.

¡Y que viva el CUBANATO! Por ahí empezó todo. ¿O no?

Saludos,

 

FRANCISCO BURGOS ARANGO
(FBA)