domingo, 11 de octubre de 2009


A LA CAZA D’ POESÍA:

Es la noche del sábado 26 de septiembre de 2009 y en Barranquilla-Colombia, uno de los organizadores del II Festival Internacional de Poesía del Caribe, “Poemarío”, el poeta, narrador oral, director de teatro, actor, titiritero, escritor, periodista, viajero y náufrago y etcétera y Aníbal Tobón Bermúdez, se apertrecha en su Caza d’ Poesía para -contrariando el complot de la ley seca vigente con ocasión de las consultas partidistas- honrar poderosamente el uso y abuso de la palabra. Huele a bohemia por todos lados. Es, por fin, su turno. Hora entonces de escucharlo:


“cuando yo digo cielo”
en realidad he querido decir ave nube
pero también infierno y avión
porque cuando digo cielo
digo también volantín y arcoíris

si digo vida léase dificultad
si digo muerte es error
si amor fecundidad feliz
y cuando yo diga mar
usted escuche rumor de olas y pez
y barca y amanecer amado y faro e isla
porque las palabras no son
sólo eso que nombran

si escribo obrero siéntase
sudor explotado
si escribo hijo es extensión
si llanto es amargo húmedo y cercano
porque cuando escribo desierto
usted debe sentir calor
y lea turbante camello y escorpión
y si alguna vez escribí barranquilla
escúchese fiesta y sol y torpedos y ron
y no terminen de leer

pero si pronuncio amor
suspiren conmigo y roben manzanas
y escuchen quejidos y besos y gritos felices
y si grito libertad escuchad disparos
y pueblos y oíd voces amigas y canas al aire
porque las palabras no son sólo eso que nombran

si anoté campesino alguna vez
quise decir parcela persecución patrón y vacaloca
si musito ternura
quiero decir caricia y mirada
perfumada
si pensé en la noche
ustedes imaginen gatos negros
porque cuando yo escribo caribe
en realidad quise decir magia
y cuando nombro al ladrón
dije la víctima
y si nombré al asesino miré hacia el cadáver

si alguna vez
si alguna vez vocalicé la palabra besos
es lo mismo que labios temblorosos
si otra vez dije luna quizás no dije
menguante
pero sí marea matutina y noche
tranquila
si escribo pescador quise decir pescado
pero también canoa gaviota y atarraya
porque cuando yo digo luz nombro a la sombra
cuando pienso en el pan
pienso también en el pobre en el trigo
en la campesina en la anuc en el cric y en el crac
porque cuando pienso en ti pienso en nosotros

si pronuncio lucha
es arma y detonación pero también
discurso
y si ahora grito
silencio
ustedes no me hagan caso y protesten
porque las palabras no son sólo eso que dicen
porque cuando yo a veces
he dicho aníbal
en realidad no he querido decir nada


Hasta aquí el poema. El poeta arranca de inmediato la página 53 de su “ocios del oficio” donde duerme ese amadísimo poema que ahora, roto en pedazos, cae sobre los asistentes para que no quepa la menor duda de que las palabras son más, mucho más de lo que nombran. En Aníbal Tobón es imposible separar al poeta de su poesía. Se parecen irremediablemente. Se sienten las olas de su privilegiado sitio frente al mar de Salgar, pueblo de pescadores adonde la nostalgia lo trajo finalmente de vuelta luego de veinte años de periplo vital por varios continentes. Comparten, sin proponérselo, una manera de calzar y de vestir; el mismo espíritu andante y expresivo; el humor fino; la denuncia quijotesca (o quejotesca); las caribeñas, musicales y sencillas (o zen cillas) ganas de vivir; la importancia eterna de un juguete; el miedo que desaparece cuando se tiene adentro. Y hay algo todavía más alarmante: el poema sin la voz del poeta corre el riesgo de extraviarse. De ahí que piense en la imperiosidad de comprender la poesía no como objeto de entretenimiento, no como elaborada y despersonalizada experiencia intelectual. La poesía es también materia del poema, y el hombre que la escribe no puede, en todo caso, hacerse a un lado. Su inseparable cerveza los amarra.

Pero ojo: no se trata de asumir estilo y ademanes de poeta para parecerse a la poesía. Cuando ello ocurre, el deseo de fama y la deliberada locura construyen el pandemonio de falsedad que acaba corrompiéndola. Creo, por mi parte, que la cosa funciona mejor al revés: es la poesía la que, cuando se parece a su creador, le da a éste gran vigor, recibiendo, a cambio, contundencia. No olvidemos, pues, que las palabras no son sólo eso que dicen, que el poema cumple también un destino que traspasa la prisión de lo escrito, y, principalmente, que cuando yo digo Aníbal en realidad he querido, sin saber, decirlo todo.

FBA

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