Ya
el amigo y maestro Joaquín Rodríguez Martínez (sin mi venia; no importa, él
sabe lo que hace) me echó al agua. Así que a nadar se dijo. Qué tal la osadía y
la desfachatez de algunos artistas vallenatos (jóvenes, sobre todo, que gozan
hoy día de reconocimiento), al ser entrevistados en los noticieros del
mediodía; oírlos hablar de la universalización e inmortalidad del vallenato
como si lo obtenido los reflejara, hace que la indignación se reviente con
ganas de quién sabe qué endemoniadas cosas proferir. ¿Acaso no saben que la
URGENTE PROTECCIÓN que requiere la música vallenata es precisamente contra lo
que ellos representan? Tanto llantico pendejo, tanto brinquito fanfarrón…
La
lucha titánica de los amigos vallenatos que estuvieron detrás de todo esto por
supuesto que merece todo mi respeto y apoyo. Conocí de cerca ese proceso y sé
del amor y de la preocupación que sienten por su bella música. Pero otra cosa
son los que quieren figurar ahora como sus grandes defensores cuando no hacen más
que profundizar, día tras día, la patología que la aqueja. Basta recordar la
presentación de Silvestre Dangond hace unos días en el Reinado de Cartagena
para saber que ahí hubo de todo, menos de vallenato. Un buen show, sí, pero no
fue para nada una muestra representativa de la música de la que
“orgullosamente” procede. Y así por el estilo es todo lo demás.
El 7 de
septiembre de 2015 publiqué, en Facebook, mi comentario a un “estado” de Adrián
Villamizar, a propósito del probable reconocimiento o declaratoria (en
noviembre de 2015, vía UNESCO) del "vallenato tradicional" como
Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
Decía Adrián
Villamizar que "desde septiembre se siente que llega noviembre y ante las
campanas que anuncian la aurora del vallenato inmortal, me cogen de pañito para
brillar los escudos que van a exhibir cuando vengan a sacar las fotos.
Sonrían... ese día espero estar filmando, grabando o editando imágenes de Diego
Sarmiento de 95 años, quien le tocó acordeón a un muy anciano Francisco El
Hombre y recuerda con claridad varios de sus cantos".
Mi
comentario en ese momento fue el siguiente (extracto): “Confieso que esta
noticia me llena de sentimientos encontrados. Por un lado, deseo con toda mi
alma sinuana que esa lucha de Adrián (y de Lolila Acosta y de Ernesto
McCausland, entre los ya ausentes; y también de nosotros Joaco y Edgar, que
estuvimos discutiendo el PES en Valledupar por invitación de nuestro amigo
bohemio, y hasta de Esconces y Destiempos donde publiqué hasta el cansancio
crítica tras crítica) fructifique; pero, por el otro, me aterra pensar en el
uso y abuso que los oportunistas y mediocres de siempre, de manera
descontextualizada (olvidando por qué tuvo que viajar el vallenato tan lejos en
pos de salvaguardia), van a querer hacer de eso. Ya me los imagino diciendo: ‘YA
SOMOS PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD’... Es más, meses atrás leí por este mismo
medio, comentarios de figuras públicas del vallenato -que gravitan sobre todo
en la farándula bogotana- sacando pecho por lo que se avecinaba. Y yo, entre
alegría y tristeza preferiré, en noviembre, acordarme mejor de esos viejitos
que Adrián busca, rebusca y entrevista, y no de esa porquería ridícula y
monotemática que hoy día nos muestran por todos lados como ‘vallenato’…
Lamento, en todo caso (y ya lo había dicho antes), que la idea original haya
terminado un tanto desvirtuada, en función de lo que denominan ‘vallenato
tradicional’. Un límite que, sin duda, va en contra de quienes pensamos también
en el vallenato del futuro, en esa inmortalidad que Adrián persigue para la
música que lo trasnocha y que yo presiento hay que proyectarla hacia otro
universo textual y poético todavía sin ‘explotar’. El problema, pues, no es a
quién se le dará el mérito (todos sabemos que esto tiene alas inconfundibles, y
que el asunto en las manos y en el corazón de Adrián Pablo caminará por el
sendero correcto); el problema es más bien qué va a pasar con tan importante
reconocimiento. ¿No será que -conociendo como conocemos todo lo que se cocina
entre fabricantes y traficantes de canciones desechables- se consigue el efecto
contrario? En otras palabras, darle al vallenato (al confuso y descompuesto que
mostrarán como victorioso una vez salga la noticia en los medios) un empujón de
tal magnitud podría conducirnos a peores expresiones... Esperemos que no. Por
eso, queridos amigos, beberé en noviembre por la salud del vallenato, pero sin
olvidar que a partir de ahí (o desde ya si se puede) hay que emprender una
jornada educativa de largo vuelo que ponga la verdad de las cosas por encima de
los egos geográficos”.
Eso escribí
en septiembre. Y hoy, primer día del tan esperado mes de diciembre, y a pocos
días de que empiece el Festival Nacional de Compositores de San Juan del Cesar -que
se presenta precisamente este año como el Festival de la Salvaguardia de la Composición
Vallenata, con Adrián Villamizar al frente de su Comité Cultural-, se confirma
la declaratoria anunciada. No puedo, por ser martes laboral, cumplir la
libación prometida, pero del viernes no pasa.
Sin
embargo, no todo es alegría. Lo que me temía se hace hoy también penosa
realidad. Los culpables de la crisis sacando pecho por lo de la declaratoria;
quienes no lo graban y se benefician de su distorsión y exterminio, quienes son
su máxima amenaza, mostrándose ahora alegres por lo que denominan
"galardón"... ¡Ahora sí que se terminó de joder la cosa! Esperemos
que los verdaderos protagonistas de este logro, aclaren y precisen prontamente
el real alcance de esta noticia, pues, de lo contrario, lo positivo de este
cuento se va a convertir en un elemento más de los tantos que pusieron al
vallenato a viajar hasta la UNESCO en pos de salvaguardia. ¡Qué tal que el
remedio resulte peor que la enfermedad!
Señores
de los medios: no es la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata la que debe
ser entrevistada, mucho menos los viejos intérpretes que, por conveniencias de
mercado, se fueron olvidando del “vallenato tradicional” (para no hablar de los
nuevos, mayormente implicados en la debacle existente). El gran artífice de
este hecho (de muchos años de investigación, de cantos, de festivales, de caminos,
de dolores y de luchas) es el médico y cantautor Adrián Pablo Villamizar
Zapata. Y también, por supuesto, la COFRADÍA musical que lo aprecia y secunda
en cada nueva locura que se propone. ¡Pero sí!, lo que hay que hacer es lo que
aconseja Adrián: ¡SONREÍR! Sin duda, el Ángel Bohemio sabía muy bien lo que se
vendría encima. Curioso que haya sido un argentino (¡como lo oyen!, natural de Buenos
Aires) el baluarte, el paladín de semejante propósito. Argentino, pero también
colombiano, caribeño, guajiro, sanjuanero, vallenato, currambero, sabanero y hasta sinuano. A este compadre le cabe toda
la buena música del mundo en su guitarra.
Hay
que preguntarse ahora por la salud de la gran madre musical: LA CUMBIA. Y por
el porro, otro de sus maravillosos
hijos.
¡Felicidades,
Adrián Pablo Villamizar Zapata! Misión cumplida, aunque la tarea (dura e
ingrata) apenas empieza.
Esperemos
de verdad que la Música Vallenata rectifique comercialmente su rumbo.
¡Y
que viva el CUBANATO! Por ahí empezó todo. ¿O no?
Saludos,
FRANCISCO BURGOS ARANGO
(FBA)
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