jueves, 7 de enero de 2010

DIARIO EN PROSA de FBA (fragmentos; se publica como fue manuscrito):

Medellín, 15 de mayo de 1984. Martes. He olvidado los días inútiles y bellos del terrible dolor, la soledad íntegramente terrígena y mis apetitos ignominiosos. La vida perdiéndome en decisiones finales y yo queriendo huir hacia el silencio urbano, queriendo vivir en los ríos brillantes de pueblos tranquilos, queriendo respirar el pavor del mar dormido. Qué secreto más triste, qué sendero más vulgar. ¿Cuántos misterios triviales supera la violencia? ¿Dónde habita la belleza del poeta rebelde?, ¿dónde el clangor estético de los puentes trascendentales? Nada queda de mí. No está la angustia. Tampoco la sombra. Y cada vez más solo, cada mañana más lejos, pienso en lo mal que me defiendo del sol, olvidada tragedia de horizonte carnal (corregido en Medellín, sept. 10-11/00).

Medellín, 16 de mayo de 1984. Miércoles… Lamentable, en definitiva desastroso que individuos de profesión lleguen a opacar el instinto vital de la poesía, lid trasmundana de lenta clandestinidad!

Medellín, 22 de mayo de 1984. Martes. Busco asimismo desvirgar palabras que otras especies cultivan con cierto brillo de disimulo furioso. Inconcuso y citadino lanzo mi oscuridad, rugosa y brumosa, contra la fantasía de aquellos tiranos de la medianoche. Palmo a palmo destruimos los vocablos aciagos, quedando, como siempre, la posibilidad cotidiana, compromiso diario del saludo macabro. Mas no demora en arribar, cual victoria del sufrimiento, cual serenidad de sombra rumorosa, el aluvión del tiempo, la caricia fogosa o la mudez perpetua del incorregible astro (corregido en Rionegro, sept. 12/00).

Medellín, 24 de mayo de 1984. Jueves. Cuando algún humano llora, sus congéneres, parásitos del hervor celestial, recuerdan sus experiencias en el dolor y lo hermoso de la vida, huelen la adversidad del vecino y rezan para espantarla del patio sagrado de su propia miseria, maquinando motivos y riquezas desde el ristre solitario de la muerte que esperan. Oigo los versos lejanos y gloriosos y me asalta la necesidad de ignorarme. Qué melindrosos y románticos los que dicen amar mucho la vida con su lucha de ternezas inocuas. No, no quiero conocer ni entender otros brillos desastrados. Lo que sé del mundo me basta y estorba. Hablo de juguetes de seres que procuran felicidad, entes de metas y caminos rectos, búsqueda de vidas imposibles por falta de impasibilidad o sufrimiento victorioso. Todos padecen la enfermedad del crepúsculo, preocupados por la ausencia del dinero, por la tristeza ordinaria de una rutina que pesa demasiado… quisieran tener hijos, salir de compras, visitar sitios de esparcimiento, parir emociones distintas, olvidar los secretos de una puerilidad rica en sabores extraños y peligrosos. De la sordina del aburrimiento feliz a graves sujetos que pasan enfrente y nada saben sobre los días de inanidad incisiva, fardos agitados y confusos, tachos y tubos que van y retornan por los mismos lugares como cumpliendo (al pie de la letra?) un destino banal y repugnante. Salgo de mi escondrijo de caracol en vilo, veo a los humanos y los saludo para accionarles el meneo de cabeza o la extensión con festinación del escoplo derecho. Y siempre es posible el hálito sorpresivo, gracia malvada del hacedor poseso.
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