miércoles, 24 de febrero de 2010


DOS CANTANTES VALLENATOS EN DECADENCIA…

Tema este bastante sensible y polémico. Pero hay que abordarlo. Diomedes Díaz y Jorge Oñate han venido protagonizando presentaciones en vivo clara y ampliamente cuestionables. Quizá más Diomedes que Oñate. Lo cierto es que ambos andan mal de voz, sin fuerza, sin bríos, sin estilo. Y hasta de letras. Son pocas las nuevas que se saben; he visto a Diomedes patinando con su éxito del momento, “Listo pa’ la foto”, y a Oñate leyendo, con gafas, “La aplanadora”. Por cierto, que este tema facilista y mediocre esté en primeros lugares y haya sido la “canción del Carnaval” no hace más que corroborar lo tantas veces afirmado en este blog: la crisis de la música vallenata tocó fondo. El alma juvenil del vallenato está enferma, y su estirpe parrandera empeora las cosas. Pero resulta más grave que el mismo Omar Geles, su compositor, lo proclame, goce y aplauda, al lado del público, en un toque de Oñate en Valledupar. Un buen compositor como él sabe muy bien que este tipo de canciones son coyunturales y, por ende, desechables. Si la idea es hacerse más famoso aprovechando la locura del momento, lucrándose de paso, bueno… ya lo hemos dicho, qué se va a hacer, se le respeta. Empero, cosa muy distinta es que Omar aparezca alardeando de su engendro. Esto sí es imperdonable. Y hasta ignominioso. Ojalá que su sueño de ser cantante no acabe destrozando más el género.

Por lo pronto, su tema “La canción de mis canciones” augura malos tiempos, pues no refleja de ningún modo la historia de sus mejores éxitos, sino, por el contrario, el presente de su febril inconsecuencia. Lo cierto es que Omar Geles no está dispuesto a hacer un acto de contrición. La canción “Como tú no hay nadie”, interpretada por él en el Festival Francisco El Hombre de Riohacha-Guajira (2010) durante la presentación de Peter Manjarrés, comprueba a las claras su intención de continuar sacando partido de su monotemático y repetitivo injerto. Catalogado por Jota Flórez Jaramillo, Director-Administrador del blogvallenato.com, como “el nuevo rey Midas de las composiciones vallenatas”, Geles le garantiza desde ya a Peter un éxito que contribuirá, sin duda, a degenerar aún más, bajo la tutela de tan irresponsable orfebre, nuestra maravillosa música vallenata. Como van las cosas, pedirle que sacrifique el éxito y la fama en función de aportarle, de verdad, al “folclor” que tanto lo trasnocha, es algo ilusorio. Ya se montó en el tren del triunfalismo comercial y de ahí sólo lo bajará la historia cuando ésta, con certero juicio, lo condene al menosprecio por haber sido uno de los grandes responsables de la corrupción y extinción del vallenato.

Volvamos mejor al tema que nos ocupa y dejemos a Geles que siga fortaleciendo ridículamente el embrutecimiento colectivo. Sí: Oñate y Diomedes están en franca decadencia. Que en los discos compactos no se note tanto, no justifica desde ningún punto de vista que se lancen de manera irresponsable (sobre todo, con ellos mismos) a desparramar en tarima lo que la vida y los excesos les han quitado. Que fueron grandes, nadie lo duda, pero sus seguidores (yo, más de Oñate que de Diomedes) no podemos hacerle eco a semejante suicidio musical. Por el contrario, debemos aplaudirlos, reconocerles lo aportado, homenajearlos hasta más no poder, pero también decirles, sin tapujos, ¡basta ya!, mérmenle al canto, dosifiquen su puesta en escena. Por desgracia, el mercado del disco no ayuda para nada, viéndose abocados nuestros artistas a enfrentarse a maratónicas jornadas, muchos días seguidos, complaciendo, bebiendo y trasnochando. Así es muy difícil que puedan recuperarse. En lugar entonces de buscar ayudas adicionales para resistir tan agotadora faena, es mejor cuadrar caja y verificar ahorros e inversión para, sin retirarse todavía, irse preparando, poco a poco, mediante presentaciones contundentes y selectivas, para un final de carrera por todo lo alto, como en verdad se lo merecen.

Creo que me volví adicto a Internet tratando de encontrar vídeos que tergiversen las impresiones que he dejado sentadas en este escrito. Pero no, un Diomedes cada vez más deteriorado, cantando peor, o hablando más y cantando menos, sin galillo, enfermo, ido, idiotamente endiosado, con dificultades hasta para leer la letra de canciones escritas en cartones o tableros de tamaño mediano, me deja -como a algunos de sus seguidores sensatos con quienes he compartido opiniones al respecto- profundamente triste. Su espectáculo, su show pobrísimo y lastimero, da grima. Y de la mala, de esa que no tiene arreglo, la que queda rondando puntiaguda en algún vericueto del alma. Llegué a pensar que podía tratarse de un problema temporal, cosas de tragos, garganta trajinada, etc., pero nada, el consenso crece y por todos lados se escuchan voces uniformes en torno a las actuaciones deprimentes del Cacique. No faltan, por supuesto, los aspavientos de la fanaticada irracional exigiendo respeto, dando cuerda e insultando. No, señores, por ahí no es la cosa. Si de verdad queremos a nuestros artistas no debemos convertirnos en cómplices absurdos del descalabro.

Hay que aceptar que el tiempo pasa, o como diría el filósofo Fernando Savater, somos nosotros los que pasamos en el tiempo, y el tiempo por donde transita el músico vallenato es, por supuesto, exigente y desgastante, y más cuando no se es consciente de ello y se asume la fama con aparatoso descontrol. Se argumenta también que a la gente, en medio de los tragos y por lo general cercanos a la madrugada, no le importa cómo se presentan sus artistas, pues, al fin y al cabo, el público termina divirtiéndose. Me muestro en rotundo desacuerdo. No creo que el público serio y comprometido con el trasegar del vallenato sea tan conformista y perverso. Además, con la divulgación masiva que se logra a través de Internet es un lujo que músicos que se respeten no pueden darse, pues tarde o temprano un juicio vallenato de mayor alcance se les viene encima. Ni siquiera en fiestas privadas pueden ahora descuidarse.

A Oñate, por su parte, lo vi muy mal interpretando, o mejor, tratando de interpretar “La parranda y la mujer” al lado de Emilianito Zuleta Díaz en el Festival Cuna de Acordeones de Villanueva-Guajira. Este clásico de nuestra música no merecía semejante atropello, un verdadero irrespeto a un compositor de muchos quilates como lo es Poncho Cotes Jr. (Lázaro Alfonso Cotes Ovalle). Emilianito, acompañando bien con su acordeón, pero a Oñate la letra de esa canción que grabara precisamente con Emilianito en 1975 (disco de larga duración titulado con el mismo nombre de la canción de Ponchito y que muchos conocedores del tema consideran todavía como uno de los mejores) le quedó grande, en muchos pasajes se escuchó algo así como un zumbido angustioso que trataba de adivinar el final de cada verso, y eso que Oñate se agachaba constantemente buscando la letra en un atril. Está bien, son muchas canciones y casi treinta y cinco años de por medio, pero clásicos son clásicos, y si no se está en condiciones de repentizar con ellos es mejor no hacerlo.

Los coristas se están convirtiendo en salvadores de la patria (los de Diomedes son ejemplarizantes; la labor del acordeonista Álvaro López, santificable), y como van las cosas no sería nada extraño que acaben reemplazando del todo a sus cantantes, reconociéndoseles haber sido los grandes protagonistas del Ocaso. Cuando José Aníbal Castañeda Daza, Administrador del Grupo de Facebook “Amigos de Poncho Cotes Jr.”, nos dio a conocer, con buenas intenciones, este vídeo a sus integrantes, no me quedó más remedio que, de manera respetuosa, plantearle algunas de estas inquietudes, a lo que Castañeda Daza respondió con amabilidad concediéndome la razón y eliminando el enlace. En todo caso, quienes deseen constatar lo que afirmo, con solo colocar el título de la canción en YouTube tienen.

Pues bien, lo que más deseo es que Oñate y Diomedes se recuperen, pero al ritmo que traen lo veo -como diría el desaparecido Kaleth Morales cantando un tema de Geles- bastante complicado. Pienso, por tanto, que debieran repensar el asunto, tomarse un tiempo, otorgarse un merecido descanso para reflexionar, para reprogramarse. No tiene nada de malo reconocer el peso de los años ni valerse de lentes y atril. Artistas de otros géneros musicales, y con menos años, lo hacen con óptimos resultados, y hasta les luce. El ya no estar aptos para los duros trotes de las tarimas vallenatas al aire libre (por cuestiones de edad o por otras situaciones que prematuramente los aquejan) no significa que no puedan, con prudencia, explorar otros escenarios, incluso de mayor importancia. Conciertos en recintos cerrados, tal como ocurre, por ejemplo, con las presentaciones folclóricas del Teatro Amira de la Rosa de Barranquilla, o a la manera como se vienen luciendo compositores de renombre en diversos sitios de Bogotá y Medellín. Presentaciones con un sello artístico distinto dignificarían a cantantes de la talla de Diomedes Díaz y Jorge Oñate en lugar de verlos sometidos a un trajín infame que los catapulta cada noche más hacia un declive de dolorosa magnitud.

La presentación de Diomedes en Sabanalarga-Atlántico con ocasión de la reciente temporada carnavalesca nos confirma la idea de que un Diomedes Díaz sobrio, cuidadoso de su salud, disciplinado, sin abusos de ningún tipo, puede protagonizar tarimas “pasables”, aunque muy distantes, en todo caso, de sus glorias de antaño. El mismo Antonio De León, “Toño Cacique”, es consciente de la declividad de su artista cuando, no obstante calificar de excelente la presentación de Diomedes en Sabanalarga, expresa seguidamente que en los vídeos “podrán observar a un cacique diferente, con mucha alegría…”. Ojalá que lo de Sabanalarga se siga repitiendo, pero con mesura, administrando bien ese resto de alegría que le queda para que las dificultades inocultables que atraviesa este artista no se noten tanto. Y sin exageraciones como la de manifestar que la presentación del Cacique en Santa Marta (caseta La Samaria), también durante los carnavales, fue “espectacular”.

Lo que prueban los vídeos que “Toño Cacique” sube para demostrarlo es que Diomedes parece saberse, ¡por fin!, la letra de “Listo pa´ la foto”, aunque sólo por momentos, pues por ahí están puestos los carteles que más que servirle de ayuda lo ponen a trastabillar de manera ridícula, mostrándonos a un Diomedes desesperado por salir rápido de la letra de su canción de moda. Tener entonces que responder a tan tremendo reto, lo obliga a leer más que a cantar, pisoteando también el ritmo y la medida, y ni siquiera con el recuerdo de sus clásicas improvisaciones y juegos de parranda logra sacar avante el compromiso ni corregir los errores presentes en su interpretación. Algo similar ocurre, incluso, con las letras de las canciones que se sabe, infaltables en su repertorio: el afán de huir de esta pesadilla textual lo traiciona irremediablemente. Por lo demás, subsisten las notorias debilidades de la voz y cierto toque de ebriedad o turbación que prácticamente lo paraliza. Luce cansado, tan cansado que dan ganas de rescatarlo de semejante suplicio. ¡De salvarlo de tantos gozosos victimarios!

Por último, un consejo para las fanaticadas en general: la labor de un verdadero fan es ayudar a su artista, nunca engañarlo ni contribuir a entumecerlo mentalmente con elogios desproporcionados y fuera de contexto. Con zalamerías e hipocresías es poco o nada lo que se logra.

COLETILLA 1: Escuché una vez a Gloria Estefan contar cómo se cuidaba antes de un concierto. No daba ni siquiera entrevistas con tal de preservar la voz, salvaguardándose de cualquier eventualidad que perturbara su preparación. Impensable era, por lo mismo, un concierto tras otro sin solución de continuidad. Son medios, situaciones y realidades diferentes, es cierto, pero me temo que en Colombia el afán de enriquecimiento está dando al traste con los artistas vallenatos, que bien podrían disminuir el ritmo de sus presentaciones sin afectar ostensiblemente sus ganancias, cuidando de igual forma la calidad del producto que comercializan.

COLETILLA 2: Recuerdo que años atrás las canciones vallenatas que se grababan venían en el LP (Long Play) no solo con el nombre del autor sino también con la identificación del ritmo. Andrés “El Turco” Gil iba más lejos, colocando el tono de cada canción. “Bastante complicado” también definir hoy el ritmo de lo que se quiere vender a toda costa como vallenato. Rosendo Romero confesaba en su artículo “La evolución del canto vallenato” que la canción “Me gusta”, de Omar Geles -a quien califica como el compositor de la generación de La Internet-, es un tema ambiguo sobre el que especula ubicándolo como “paseo con sonido diferente”. Me imagino que, conforme se propuso en su escrito, ya habrá hablado con Omar para saber a ciencia cierta de qué se trata. Sería bueno que “El poeta de Villanueva” nos revele en qué consiste el milagrito del hijo de la vieja Hilda. En fin…

Se acabaron las coletillas. Hasta pronto,


FBA

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