lunes, 22 de marzo de 2010

DOS NOTICIAS: UNA POÉTICA Y LA OTRA MUSICAL

La poética: ya entró en proceso de impresión mi poemario “CANTANDO A DESTIEMPO”, con prólogo del escritor monteriano José Luis Garcés González, portada e ilustraciones internas del pintor y poeta Enán Burgos Arango. Una vez concluyan los trabajos de diseño, diagramación y revisión estará, pues, listo para ser impreso. La meta: el 23 de abril de 2010 -si no se presenta algún contratiempo- debe quedar publicado. El lanzamiento se hará posteriormente en la ciudad de Montería (Córdoba-Colombia). Venta y distribución a cargo del autor. Las personas que no residan en Montería y estén interesadas en adquirirlo, podrán hacerlo consignando previamente el valor del libro (que tendrá un precio módico) y del envío. Se enviará a cualquier parte del país (Colombia) donde haya servicio de mensajería. Cualquier información adicional, la atenderé con gusto a través de correo electrónico (
sinumania@hotmail.com). Pedidos y demás datos se manejarán por esta misma vía.

La musical: como muchos saben, el 18 de marzo de 2010 salió al mercado el trabajo discográfico de Poncho Zuleta y Cocha Molina titulado “EL NOBEL DEL AMOR”. De nuevo, una canción del afamado compositor sanjuanero Aurelio “El Yeyo” Núñez presta su título al disco compacto. Merecido, sin duda. Luego de escuchar varias veces cada uno de los 15 temas, la impresión que me queda es positiva. Un repertorio variado, con contenido equilibrado y una buena dosis de notas vallenatas. Canciones que a mi juicio “se salvan”: La gitana, Corazón alegre, La espumita, Devuélveme el alma, La indocumentada, Nunca te olvidaré, El nobel del amor, Amor a 7 mares, Llamándote, La culebra e Imelda. Hasta ahí. “Descabezo” a: Señor taxista, La campana, Estoy zafao y Esto se va a terminar. Ojo: aquellos personajes delicados y susceptibles que se resienten y que, queriendo tapar el sol con las manos, me acusan de ser autor de falacias, tengan en cuenta que se trata de UNA APRECIACIÓN PERSONAL. Nunca he hecho ni haré alarde de verdades absolutas. Eso sí, ejercer la crítica es para mí el resultado de una profunda convicción, y lo hago sobre la base de informaciones y percepciones sopesadas, sin temor alguno y listo siempre para el debate abierto y con altura. Así pues, ni un paso atrás, sigo en lo mío, con serenidad y contundencia.

Ignoro cuántas (más de 100 según leí a finales de 2009 en una web vallenata) y qué canciones de mejor factura no hayan calificado esta vez para hacer parte del disco de la voz más prestigiosa de la dinastía Zuleta, pero, por lo menos, se nota que las escogidas no lo deslucen, no muestran a Poncho cantando pendejadas o creyéndose (como otros) un jovencito bastante distanciado de su actual contexto. Se nota que en la selección primó el estilo, hubo preocupación por la parte textual de las canciones, fue importante la definición del ritmo y su engranaje con lo clásico y tradicional, siendo asimismo la diversidad rítmica (paseo, paseo rápido, merengue, cumbia, paseaíto y criolla) otro de sus fuertes. Objetaría sí la cortedad de algunos temas (Esto se va a terminar es ejemplo de ello), las repeticiones de algunas letras (más orientadas según parece a completar y a pegar) y lo que ha sido una constante en mis análisis: vuelve y juega el amor como único o mayoritario tema, como si la música vallenata estuviera condenada al criterio comercial errado de girar y girar alrededor de lo mismo. Aquí le falla Poncho a sus auténticos seguidores. Qué bueno sería que a estas alturas de su exitosa carrera se le diera por reivindicar aquellos inicios donde irradiaba también lo telúrico, la naturaleza, la amistad, la correría o el reino animal en relación con el discurrir del hombre, y, por supuesto, algo de la mejor lírica que coronó después, con sentida poesía, el despertar del género vallenato. Habrá que esperar para ver quién se atreve a ponerle el cascabel al gato, no mediante grabaciones o ediciones “especiales” sino pensando en darle a “lo comercial” un viraje consistente con el fin de que la tan nombrada universalización del vallenato, en consonancia con los premios Grammy, no actúe en contra de la tradición y de su proyección posible y deseable.

No obstante, cabe destacar que el tema del amor viene en este trabajo discográfico matizado por lo festivo, lo alegre, lo jacarandoso y lo parrandero (Corazón alegre, La espumita, La indocumentada y La culebra); la mujer es homenajeada incluso con nombre propio, como en los viejos tiempos (Imelda) o en ritmo de cumbia con cuerpo y alma de gitana a su servicio (La gitana). El paseo en tono menor de Ismael Rudas (Imelda) sirve para olvidar a esa mujer abstracta, etérea, indeterminada y bobalicona que tantas baboserías recibe de compositores imbécilmente enamorados. Me place sobremanera encontrar a un Wilfran Castillo y a un Tico Mercado con sabor vallenato, menos romanticones, un par de paseos que, sin llegar a ser literariamente sobresalientes, enriquecen rítmica y melódicamente el color vallenato de esta producción.

En cuanto al amigo Omar Geles, no puedo menos que reiterar lo que he escrito en anteriores ocasiones. Cuando se propone componer en serio, tal como lo hace para los concursos festivaleros de canción inédita, es otro Omar Geles el que entra en escena, muy distinto del hacedor de trucos y trapisondas mercantiles que está de moda. Conocedor de su prodigioso talento, la crítica que me ha merecido no busca otra cosa que rescatarlo del maremágnum y de la mediocridad por donde circula hoy día una música que busca consolidarse y extenderse falsa y destructivamente en nombre del vallenato. Admirador suyo y confeso gozador de inolvidables y bellas canciones de su autoría -especialmente interpretadas la mayor parte de ellas por Alex Manga-, lo defendí cuando se me tildó de gustarme, por lo mismo, el vallenato llorón. “Lo que pasa es que Omar Geles sabe llorar” fue mi lacónica y salvadora respuesta. Años después y pese a que los otros protagonistas de esta anécdota (una pareja de amigos) aún se ríen de mi desesperada ocurrencia, debo decir sin rodeos que el tono romántico de Omar Geles difiere sustancialmente, sobre todo en el aspecto melódico, del lagrimeo propio de la balada que se acompaña con acordeón. Al amor y a todas sus posibilidades claro que le podemos cantar, pero hay que hacerlo sin cursilerías, sin embelecos, sin lugares comunes, sin ritmitos estériles, sin melosidades y sin machismos. Con inteligencia. Con sensibilidad. Con fantasía. Con imaginación. Con buenos versos. Amor a 7 mares forma parte del repertorio de este artista que obedece a su polifacética magia vallenata.

Ahora bien, de las canciones que “descabezo” me limito a manifestar lo siguiente: Señor taxista, de Poncho Cotes Jr. (compositor que sigo y respeto), cuenta con una riqueza armónica y una textura vallenata merecedoras de una mejor historia. El elemento del taxista suena rebuscado, anacrónico y carente de belleza. Lamento también lo de Lucho Alonso, su canción Esto se va a terminar está muy lejos de la calidad de Indiferencia o de La moza. Fabián Corrales y su Estoy zafao no es más que la fabricación (entiendo que fue el productor general del CD, por lo que difícilmente se quedaría por fuera) de otra canción del mismo corte, basada en expresiones coloquiales o en refranes. La campana es para mí el bache de esta producción musical, y no me extrañaría que se convierta, tal como funcionan hoy las cosas en el mercado y en la difusión de “lo vallenato” -sobre todo después de conocer el alocado éxito de La aplanadora-, en el tema más sonado. Gracias a su capacidad interpretativa logra Poncho salvarse de quedar deslucido. Sin duda alguna, sus recursos vocales le permiten librarse de un justo señalamiento: casi queda en ridículo. No pretendo juzgar las calidades musicales de su compositor, el Primer Rey de la Piqueria en el Festival Vallenato, Andrés Beleño Pava; una sola canción, hecha supongo por mero divertimiento, no alcanza para tal cosa. Además, si ésa era la intención logra claramente su cometido sirviéndose de un montaje adecuado que la vuelve rítmica y pegajosa. Pero en últimas su ingenioso tan, tan, tan, tan no deja de parecerme un peligroso parapeto, con publicidad incluida para las sillas rimax. ¿Se habrá alguien lucrado de esto?

En suma: hay buenas canciones, buenos arreglos, contenido y toque vallenatos, alma sabanera y una tesitura vocal agradable. En lo personal me quedo con Corazón alegre (como anillo al dedo para Poncho Zuleta), Devuélveme el alma, La espumita, El nobel del amor y Llamándote. El nobel del amor, quitándole el fantasma que aparece en la segunda parte, es una canción afortunada y comprueba una vez más que la riqueza musical de Aurelio Núñez es ante todo melódica. Sus canciones son por lo general románticas y cuentan también con letras relativamente novedosas que parecieran compartir el mismo molde pero que en realidad, por obra de un compositor cuidadoso, creativo y experimentado, logran sutilmente diferenciarse. No hay que olvidar que se trata del autor de una de las canciones más hermosas de la música vallenata: Mi última voluntad, grabada e interpretada por el cantautor Fabián Corrales. Por último, el tema Llamándote, cuyo ritmo original es de criolla (no de bolero), cuenta con la particularidad de incorporar en su letra un alto sentido poético, apartándose así de “vallenatizar” canciones quizá sentimentalmente más conocidas pero menos ricas en lo textual. Su compositor, Alexis Brau, pianista puertorriqueño fallecido el 12 de febrero de 2006 a la edad de 84 años, alternó la música con sus actividades como empresario de la industria de la construcción, dejando de componer en 1975 como consecuencia de que se fueron muriendo sus amigos y compañeros de andanzas artísticas, habiendo escrito hasta ese año un total de 180 canciones.

Pues bien, me temo que no arriesgan mucho Tomás Alfonso "Poncho" Zuleta y Gonzalo Arturo "El Cocha" Molina en materia de canciones nuevas (se quedan cortos en cuanto a compositores de talla que aún componen, y de la nueva generación los que no han sido contaminados por el descalabro mediático vuelven a ser desplazados por cuatro o cinco que siempre figuran) pero obtienen en conjunto un buen trabajo discográfico que sirve para amenizar un inagotable sábado de parranda. Esperemos que las presentaciones en vivo no nos defrauden ni se limiten a las dos o tres que se quieren promover. Acabo de ver una de La campana, en pleno lanzamiento del disco en Valledupar, que me pone seriamente a dudar.

Cordial saludo,

FBA

No hay comentarios:

Publicar un comentario