domingo, 2 de mayo de 2010

ENCRUCIJADA...

MAYO DE 2010, mes para terminar de pensar muy bien las cosas con miras a la elección presidencial que se avecina. Me ubico sin premuras dentro de ese 60 % o más de franja abstencionista que, por razones diversas, se aparta de la política colombiana como quien se aleja de la más nociva de las pestes. Rojos, azules, verdes, amarillos... los colores a estas alturas del "partido" poco o nada significan. Uno de ellos simboliza hoy día las convicciones que en algún momento motivaron distanciamiento, y así las cosas no deja de causar, por el contrario, mayor prevención. Sin embargo, siento (sentimos) esta vez la necesidad de responder a un llamado histórico pensando básicamente en lo que hay que detener. La democracia no es la panacea pero es lo que tenemos. Se trata, pues, de aprovechar que el terror de la pacificación comienza a derrumbarse. Me suena ahora aquel "dogma" con barbas que aún no ha sido desmentido: toda sociedad genera el mecanismo que, tarde o temprano, la destruirá. ¿Toda? Mientras ese animal siniestro que para Sartre es el hombre sea el gestor y beneficiario de las ideas políticas, es muy probable que ni en el comunismo se alcance la igualdad soñada.

Urge, en todo caso, asumir, por encima de partidos, actitud política. Sin duda, la transformación de nuestra sociedad pasa por la educación y la cultura. Pero la legalidad no es suficiente. La equidad solo puede aclimatarse si la enmarcamos en un modelo económico y social absolutamente distinto. Capitalismo, individualismo y competencia ya han demostrado con suficiencia su carga de expoliación y miseria. ¿A qué tipo de democracia debemos entonces apuntarle? A la de la derecha ya le conocemos su corrupto y macabro juego. La de la izquierda conlleva, por consideraciones conceptuales, escasa credibilidad, pues, en últimas, sus expresiones se pavonean sin menoscabar el sistema electorero que la seduce. Y la de centro causa, de verdad, pánico, puesto que no pocas veces, al amparo de movimientos políticos socialdemócratas, se cocinan las peores sandeces e injusticias. Por otra parte, votar en blanco no deja de ser una alternativa legitimadora mientras el voto nulo (me refiero al intencionalmente nulo) podría, a lo sumo, parecerse a una trastada insignificante. Asco intrascendente. Ego de baratija.

Si estuviera el maestro Carlos Gaviria en la baraja de candidatos otro gallo estaría cantando en medio de tanta inconsistencia, y esta encrucijada que hoy aflora no nos estaría carcomiendo con mezcla de responsabilidad y desconcierto. Este 30 de mayo estaré de todos modos en mi puesto de votación, de seguro sin una postura definitiva pero confiado en que a última hora esa intuición profunda de la cual se nutre poderosamente el arte sabrá dignificar mi inusitado ejercicio de ciudadanía. Invito a la gran masa de abstencionistas a hacer lo propio. Parece mentira pero así no haya opciones del todo convincentes, nos queda al menos la posibilidad de manifestarnos en contra de lo que, de perpetuarse en el poder, consolidará una tragedia de insospechadas proporciones. Así de simple. Para que la doctrina tenebrosa de la seguridad no siga favoreciendo privilegiados intereses ni afiliando incautos. Y para que gane también lo menos malo.


FBA

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