sábado, 25 de febrero de 2012

SI LO QUE QUEDA SIN ESCRIBIRSE se viviera en efecto, esta prosa sin mientes no intentara el oficio. Permanece, sin duda, mucha intranquilidad en el tintero. Bastaría con digitar la primera confianza, despuntar el último torrente. Conoce la técnica, el cómo y el cuándo, la chispa milagrosa que responde al vacío. Pero se sabe también que es más lo que se ausenta, la escritura no logra percibirnos del todo. Y si lo hiciera, nada garantiza que lo escrito nos sirva, repercuta en beneficio del maduro silencio. Entonces, cabe sólo procurar que lo que queda sin escribirse se viva de verdad. He aquí la gran tarea: el pequeño y confiable fracaso. El acto creador descansa incomprendido, aunque deambula, día tras día, en la trivial existencia, acumulando honores, anónimos senderos por donde exfolia mentiras.

FBA

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