miércoles, 13 de mayo de 2009


Medellín, 3 de abril de 1984. Crepúsculo, finalmente eres tú otra vez. Martes…

Quiero ocultarme con energía destructiva. Como áncora, sólo la mentira interior, ésta que me permite la veracidad de ser volcán inexacto como quizá entendió Rodin su verdad-pensador, su mundo de narices rotas y hombres aparentemente quietos. Duelen las tinieblas que no brillan ni alientan; pasos gastados que, a pesar de la voluptuosidad, no se detienen, sangre caliente y cosquillosa capaz de perturbarme enteramente, de maltratarme hasta quedar pétreo y prieto en el ahora. Mas, sé que debo mover el cuerpo para dominar en el juego de las distancias silenciosas, la brisa es cómplice de la inercia y la inmovilidad sofoca de inmediato: ¡basta!, entraré en el mundo, seré figura y luz por aquello de la necesidad que hace al ladrón, la ocasión que genera la tiranía del artista bufón, arlequín o pierrot que ayuda al hombre y al resto de animales a perfeccionar, con muecas antiguas y fantásticas, las mojoneras de la especie terrible. Triunfa mi sombra sobre la razón y el escapismo de los días me alivia dejando para mañana lo que podría seguramente edificar entre ruinas de recuerdos, horas largas y hermosas (satisfacción que el deber tiene que inventar para justificarse), y minutos de olvido consciente irreparables… deleznables cuando más pueden los actos que las verdades no escritas… recuperables a medida que despierte mi oscuridad de pájaro perdido en brumas y pensamientos desolados. La monotonía de la vida arderá también en cadáveres animados y ángeles furiosos o escritores homosexuales se apoderarán de los espacios. Presente; todo es presente… Hesse dice que no existe el pasado ni el futuro. Existe el hombre mismo: soberano del tiempo, indómito, privilegiado. Y tanto samsara que el placer desborda, épocas que se apiadan de quienes con afán y amor prometen paz, hambre de existencia profesional, mierda exclusiva. ¿Qué hacer si existo y no consisto? Me muestro rotundamente de acuerdo con esos pocos semejantes que apenas me reconocen y desprecian. Vale más jugar y malgastar el tiempo en travesuras. Ahora me iré, abandonaré la poesía; la literatura, ineluctable, incontestable, execrable, inextricable no es otra cosa que basura adornada de soledad, valores emotivos que quieren alcanzar la magia del ejemplo, victoria crónica, flébil fama (Rilke dice que se trata de innumerables equívocos respecto de un nombre nuevo). Nada se puede hacer. ¡La vida es así! Y es ésta la última mentira que sostengo. O como diría un soldado involuntario de la Gran Transformación: ¡LA VIDA ES GAY!

FBA

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